Café PB entre Hernán Tejerina (La Fundación) y Dan Peisajovich (Complot)

(ARGENTINA) – Hernán Tejerina, director de la carrera de Publicidad en La Fundación, y Dan Peisajovich, fundador y director de la escuela de creativos Complot de Barcelona, se reunieron anteayer en la redacción de PRIMER BRIEF y compartieron un CAFÉ PB cuyo gran tema fue la promesa que los lugares de formación publicitaria les hacen a los estudiantes en el momento de la inscripción, seguido de la posibilidad —más tarde— de poder cumplir esa promesa.


Tejerina (izquierda) y Peisajovich (derecha): «A los chicos uno no puede prometerles el pescado: hay que darles la caña de pescar». (Fotos: PD)

 
POR PANCHO DONDO (Enviado especial a Cannes)
Director de PB
(Fotos: PD)

 
La Fundación es uno de los centros de estudio de publicidad más antiguos y consistentes de Buenos Aires; Complot, la escuela de creativos más antigua y consistente de Barcelona; y si a eso se le suma que su fundador, el argentino Dan Peisajovich, es licenciado en Publicidad justamente por La Fundación y que en su época de estudiante tuvo como profesor a Hernán Tejerina, ya las razones para generar el encuentro y el diálogo eran más que suficientes.

Después de las presentaciones lógicas de un reencuentro de tantos años y de un cruce azaroso de nombres que provocaban nostalgia de uno y otro lado del mostrador, Peisajovich y Tejerina, hoy devenidos colegas en cuanto formadores de futuros publicitarios, se tiraron de cabeza a la pileta del gran tema que surgió espontáneo, sin previo aviso. «En La Fundación hoy tenemos una bolsa de trabajo, que abre oportunidades y da acceso a ellas —explicó Tejerina—. Pero ojo, no es una bolsa que da trabajo: es el eterno tema de la caña de pescar y el pescado. Nosotros no podemos prometerles pescado a los chicos, tenemos que asegurarles la caña de pescar».

«¡Absolutamente! —intervino Peisajovich—. Para nosotros es exactamente igual. Yo tengo todo el aparato armado y el acceso a las agencias acordado con muchas de ellas, pero no lo anuncio de antemano ni puedo prometerle a nadie trabajo. Yo les prometo el acceso a la oportunidad: el espacio, después, tienen que ganárselo».

El detalle curioso que aparecía en escena era la coincidencia de mirada, en este punto, surgido de dos instituciones que no pueden ser más distintas: La Fundación, con una historia de más de medio siglo, ofrece una carrera de tres años a cientos de estudiantes de publicidad llegados principalmente de la Argentina; Complot, con siete años de vida, dicta cursos en general trimestrales a decenas de estudiantes que viajan hasta Barcelona desde distintos rincones de España y de América Latina. Pero Tejerina y Peisajovich sí coinciden en la necesidad de los chicos, a la hora de elegir el lugar para estudiar, de separar con mucho cuidado la paja del trigo y, sobre todo, no dejarse engañar por anuncios imposibles de cumplir.

«Complot no promete de más —precisa su cofundador: él y su esposa Yvonne Gindre le dieron forma a la escuela en 2006—. No tenemos compus, no tenemos demasiadas herramientas ni servicios tecnológicos. Tenemos una sala con sofás y buenos profes: vos traé tu notebook y aprovechanos. Y a la larga esa forma de dialogar con los chicos y de relacionarnos con ellos desde la honestidad tiene frutos increíbles: a nosotros nos gusta decir que más que ex alumnos tenemos fans, porque esa es la relación que se establece con ellos. Hace poco unos chicos me escribieron para pedirme el logo de Complot. Yo no sabía para qué era, pero se lo mandé. Después, cuando descubrí que se habían impreso unas remeras con nuestro logo para poder ir a recibir un premio vestidos con esas remeras, me quise morir. Cosas como esa nos demuestran día a día que estamos en el camino correcto».

«En el caso de La Fundación la historia viene de muy lejos —agrega Tejerina—, pero también puedo decir que para mucha gente tenemos una mística que los une. En La Fundación muchísimos de los que damos clase somos ex alumnos de la casa, y eso también genera algo especial. A mí me encanta cuando me encuentro con alumnos o recién egresados que se acercan para hacerme comentarios críticos sobre tal o cual materia: yo rápidamente descubro lo que en realidad están queriendo y les pregunto: ‘¿Vos estás queriendo decirme que te gustaría dar clase?’. Siempre responden que sí, y para mí, darles esa oportunidad es genial».

«Bueno, en Complot ese fue un clic que vivimos recién este año —se enorgullece Peisajovich—. ¡Pensá que somos muy jóvenes como escuela! Pero este año de pronto nos encontramos con que teníamos dos ex alumnos dando clase: fue increíble para nosotros».

Las dos horas de charla obviamente pasaron por muchísimos temas más: la eterna crisis económica, la retracción del mercado de estudiantes de publicidad, la oportunidad que ambos fenómenos provocan en las instituciones educativas, el armado de un negocio educativo, los enormes gastos que implica cualquier emprendimiento de ese estilo… Pero lo más jugoso, desde el punto de vista de los lectores de PB, fue sin lugar a dudas la coincidencia de los dos en ese punto fundamental de la elección, primero, de una carrera y, luego, del mejor lugar para estudiarla.

 
 

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