El arte de hacer reír: una clase de stand up comedy en la Miami Ad School BA

(ARGENTINA) – ¿Alguna vez te preguntaste cómo es una clase de stand up? ¿Te estás preguntando qué tiene que ver esto con el mundo de la publicidad? Stephanie Calderón, alumna de la Miami Ad School Buenos Aires, nos cuenta la experiencia de aprender a ver las cosas de una manera distinta, de hacer cosas para las que creemos que no estamos preparados y, por si lo anterior era poco, qué pasa dentro de una clase de Stand Up Comedy, una de las tantas materias que el programa de la Miami Ad School posee. Luces, micrófono, acción.

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Tres momentos de la clase, con distintos alumnos de la Miami Ad School en pleno monólogo cómico. (Fotos: Prensa MAS)

 
POR STEPHANIE CALDERÓN
Egresada de la Universidad de Palermo y del Account Planning Bootcamp de Miami Ad School Buenos Aires
Redacción especial para PB

 
Cuando nos enteramos de que íbamos a tener la clase de Stand Up Comedy durante este trimestre se generó mucha expectativa entre mis compañeros. Era una materia que sonaba bastante entretenida y muy diferente a todo lo que veníamos viendo. Tengo que confesar que, por más interesante que pareciera, pensaba: «¿Clase de humor? Pero si yo no soy una persona muy graciosa. Además, hacer un show de stand up debe ser súper difícil, eso es solo para los que nacen con el don de poder hacer reír a los demás. No es para mí«.

Por suerte, la cursada la hicimos con Melina Knoll, quien nos enseñó muchas herramientas para poder escribir humor. Lo que me llevo más allá del aprendizaje teórico fue a observar y ser más conscientes de las situaciones que tienen el potencial para ser cómicas, a analizarlas para descubrir por qué nos causan gracia y poder hacer reír a la gente con eso, a entender que se puede hacer humor con todo, desde un zapato o un gorila hasta una sopapa. Pero lo más importante fue saber que no necesitás ser una persona graciosa para escribir algo gracioso, o inclusive para hacer un show de stand up.

Las clases fueron muy dinámicas, desde darles vida a objetos inanimados y llevar a Einstein a un contexto de campamento hasta actividades de improvisación que nos ayudaron a enriquecer cada vez más el monólogo que teníamos que presentar como trabajo final. Si bien escribir humor ya es una actividad divertida de por sí, igual requiere de mucho esfuerzo y trabajo, pensar un montón y dedicarle tiempo para llegar a eso que, además de ser gracioso, genera identificación.

El último esfuerzo (¡y el más difícil!) fue pararse enfrente de toda la escuela a presentar el monólogo de stand up que habíamos estado preparando. Entre choripanes y cerveza, ¡lo hicimos! Confiamos en nuestro texto, lo vendimos y la gente se rió. Se rieron de un tipo que tiene una relación con internet, de una española anti redes sociales y todo lo que hacemos mal en ellas (jejeje, #estoyescribiendounanota), de las mujeres de un brasileño, de una experta en grupos de Whatsapp, de una venezolana expuesta, de la normalidad de un peruano y de todas los demás tópicos que expusimos a la altura de Chris Rock o Jerry Seinfeld. Está bien, no tanto, pero casi.

La verdad es que fue una experiencia sumamente enriquecedora, todos quedamos muy satisfechos con el resultado, aprendimos muchísimo y la terminamos pasando bárbaro. A mí personalmente me sorprendió darme cuenta de que no solo me divertí, sino que esto sí es para mí. Ahora, cuando nuestras ideas no sean tan buenas, al menos ¡ya sabremos cómo hacer reír al cliente!
 
 

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