Darse vuelta y seguir luchándola, por Chechu Pérez

(ARGENTINA) – Cecilia Pérez, Chechu para los amigos, es redactora y ostenta una carrera que, de 2005 para acá, incluye los pasos por ADN Comunicación, por Dentsu y por Young & Rubicam, más algunos premios como un león de Cannes en 2011 y premios en El Ojo de Iberoamérica y en el FIAP en 2012. Columnista de PB y creadora del proyecto Coach del Creativo Publicitario, hoy Chechu comparte la historia de algo que la marcó al inicio de su carrera como creativa: Algo que seguro estás haciendo o a punto de hacer.

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Como en la historia de Chechu, varias veces toca imprimir de nuevo al tener que presentar otra vez.

 
POR CHECHU PÉREZ
Licenciada en Publicidad por la UAI, también formada en Underground y en la Escuelita
Redacción especial para PB

 
Él solía ser el director general creativo de la agencia más grande de Argentina. Estaba buscando un redactor y por recomendación de un profesor amigo, me dieron la entrevista. Imaginate mi alegría cuando me confirmaron que el martes a las cinco de la tarde tenía la entrevista. El temita era que a esa hora yo debía estar en mi trabajo, pero cuando una oportunidad así se presenta no es difícil encontrar pretextos. Todos hemos mentido alguna vez en esto.

En ese momento no existía eso de que la carpeta fuera un link, la carpeta debía estar impresa y como no tenía plata (había gastado toda en el curso de creatividad) el profesor me prestó el monto (un sol, la verdad). Recuerdo que salía $90 por página así que fui a imprimir y con toda la felicidad del mundo fui a la entrevista. Esperé alrededor de una hora y media (en La Negra había esperado una vez 4 horas así que no era mucho para mí) y yo, sentadita ahí, estaba chocha.

Miraba a los creativos que entraban y salían y me imaginaba entre ellos comiendo galletitas. Llega la secretaria y me pide que suba al cuarto piso. Ahí temblando fuerte me acerqué a esa gloriosa oficina de la esquina. Todo de vidrio, la oscuridad se dejaba entrever y la verdad me costaba hablar y responder preguntas. Mi profesor (el de La Plata) me había dicho que no hable, que él me hablaría a mí así que le hice caso porque yo estaba tan nerviosa que no podía ni decir mi nombre. Miró pieza por pieza en silencio. Yo sentía que un cuchillo se deslizaba por mi espalda cada vez que pasaba de página. Miraba, volvía a mirar. En un momento me pregunta “¿Cuánto ganás vos?”. Le digo que $420 pero que estaba dispuesta a trabajar gratis seis meses (me había hecho correctora editorial y de 10 a 1 de la mañana trabajaba de eso para poder mantenerme). Me miró despectivamente y me dijo. “Sí, está bien. Dejámela. Cualquier cosa te llamo”. Yo no le creí ni un gramo.

En un acto de valentía y pensando en que en la carpeta me había gastado 5 meses de sueldo le dije “Ok. Entendí. No vas a llamarme. Gracias, igual”. Ahí se rió y me dijo “Quizás sí”. Ahí hubo una pausa, una pausa que me cambiaría para toda la vida. Continuó como una sentencia a muerte “Bueno, en realidad no”. Me quedé petrificada.

Tenía una deuda de cinco meses, un profesor al que le había fallado, una madre rezando un rosario en casa y nada había salido como lo esperaba. Creo que después de eso me dijo algo como “Nunca entrarás acá. No tenés el perfil.”. Ahora de grande me doy cuenta lo inmensamente doloroso que fue eso. Lo enormemente peligroso que alguien tan importante te quiebre una silla en tu espalda con estas palabras. Dejé la carpeta sobre la mesa y me fui. Me acuerdo que uno de los avisos simulaba sangrar y me parecía una ironía. Yo sentía que sangraba. Que sangraba mi sueño.

No me dijo “No”. De eso ya había escuchado antes. Me dijo algo más grave me dijo “Jamás lo lograrás”. Probablemente era el tipo más importante de la publicidad argentina, había pensado las mejores campañas del universo y ese tipo me decía que yo no lo lograría. Tuvo razón en todo en el pasado, no se equivocaría conmigo pensaba una y otra vez. Me tomé el tren lloré todo el viaje, de Constitución a Turdera llorando mirando la ventana. El saldo fue tres días en cama. Diecisiete sopas y cuatro hamburguesas después, me quedé sin aliento. Mi sueño, el que había cuidado tanto estaba destruido. Terminado.

Algunos años después, sentada en el mismo escritorio que Leandro Raposo, estaba buscando pañuelos en mi bolso cuando este señor se apareció. Entró a mi oficina (mi dupla se había ido a comprar chocolates) y me dijo “Hola”. Yo estaba petrificada. Él miró el león de Cannes en nuestro escritorio y me dijo “Felicitaciones, eh”. Se dio vuelta y se fue como si nada. Y ahí me di cuenta que él jamás se dio cuenta del enorme dolor agonizante que me causó. Nunca más volví a llorar por una entrevista como esa vez. De eso se trata, de . Tus sueños de creativo o de trabajar en una agencia son tuyos. Nunca dejes que nadie (sobretodo alguien que no lo va a recordar) los mate por vos.

Si esto ya te pasó, si ya lloraste y sufriste fuerte por no entrar a la agencia que querés podés escribirme a soporteparacreativos@outlook.com para que hablemos de cómo podés lograrlo. Le agradezco a todos con los que tuve call la semana pasada, fue realmente increíble escuchar a cada uno.

Que tengas buena semana.
Chechu.

 
 

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