Lo que algunos genios (y un boludo) te pueden decir sobre la curiosidad, por Gus Machado

(ARGENTINA) – Gus Machado es un creativo brasileño viviendo en la Argentina, donde ha pasado por Ponce Buenos Aires y Dentsu Aegis Network como director de arte. En Brasil, desde 2007, trabajaba como redactor, y por eso ahora se arriesga a escribir en castellano. Pero no sobre publicidad. Sobre eso ya hay mucha gente buena escribiendo. Prefiere escribir sobre la bravura del proceso creativo y el universo cultural alrededor de eso. Hoy Gus, en su nueva columna, te habla sobre aquel combustible de las personas creativas: la querida e importante curiosidad.

The Gods Must be Crazy
Una escena de «The Gods Must Be Crazy» (1980), la película que Gus eligió como ejemplo para mostrarte qué hace a la curiosidad.

 
POR GUS MACHADO
Estudió en la Universidad Tiradentes y en Brother Buenos Aires
Redacción especial para PB
(Ilustraciones por Tiana)

 
Hace calor. Estamos en el medio del desierto del Kalahari, en la Africa Meridional. Más precisamente a 938 metros de altitud. El piloto de un monomotor mata la sed con una botella de Coca-Cola. Y como estaba en el medio de la nada, y era el piloto de su propio avión, se permitió arrojar la botella vacía al infinito.

938 metros más abajo están Xi y su tribu, un grupo de aborígenes que nunca tuvieron contacto con la civilización. Xí mira al cielo y ve como un objeto brillante cae de las alturas.

Por lo que pudo sentir al empuñarlo, el objeto desconocido era sólido como una roca, pero transparente como el agua. Seguramente no estaba hecho por un humano. Su franja longitudinal roja con dibujos en blanco era sólo un detalle más para que Xi confirmara sus sospechas. El elemento que trajo el cielo se trataba de un obsequio de los dioses.

Entusiasmado por el regalo divino, Xí lo lleva al resto de su tribu que, súbitamente, se pone a averiguar la finalidad de semejante herramienta. Desde su sabiduría ancestral se les ocurren todas las formas de sacar provecho de este cilindro espacial.

Primero piensan que se trata de un instrumento musical. Lo comprueban cuando, al soplar el agujero superior, se dan cuenta de que se puede producir música. Otro miembro de la tribu, uno que ocupa la tarea de artesano, no duda que la función real del objeto es ser una herramienta para romper materiales más resistentes, como una tela, o quizás un fruto de dura cáscara.

Y cada habitante del grupo de Xi tiene una idea diferente sobre la utilidad real de una botella de Coca-Cola.
Hasta este momento, nosotros, hombres civilizados, sólo mirábamos la botella con una (o quizás dos) finalidades: contener ese rico y adictivo líquido, o decorar alguna rincón de nuestra estante.

A algo que miramos con naturalidad, y lo damos por hecho, los ficticios miembros de la tribu San, de la película “Los Dioses deben estar locos” lo miraban con curiosidad. Y eso los hacía más creativos.

“Ideas proceden de la curiosidad” decía Walt Disney. La misma curiosidad que a tantos gatos, en el refrán popular, es culpable de matar, carga también el mérito de hacernos evolucionar como sociedad.

De hecho, la misma ciencia que hasta hoy no se puso enteramente de acuerdo sobre la definición de curiosidad, sólo existe porque hay hombres y mujeres que se dedican a hacerle a cualquier cosa, incluso a una botella de coca, las más básicas, importantes y bravas dos preguntas: “¿Por que?” e “¿Y si?”. Y también porque estas personas, creativas por excelencia, no aceptan la excusa de que las cosas son como son y listo.

 

“Prefiero que mi mente se abra movida por la curiosidad a que se cierre movida por la convicción.”
Gerry Spence

 
 
Hagamonos la primera de ellas: ¿Por qué somos curiosos?

Entre los científicos, hay muchas teorias. Lo que se sabe, a grosos rasgos, es que no somos los únicos pesados en querer saber el porqué de todo. Quien tiene mascotas sabe que eso lo compartimos con algunos otros animales, como los monos, los gatos y los roedores. Y de todas las teorías sobre el porqué de no dejar al universo en paz, y bombardearlo con tantas preguntas, las que más me gustan hablan de que lo hacemos por ansiedad.

Eso. Como creativo, me gusta pensar que la razón por la cual seguis hasta acá leyendo es la misma que tengo yo cuando me siento a escribir: una ansiedad casi química (y lo es) por entender y encontrar respuestas al desconocido. A los científicos les sale definirla como una búsqueda por novedades que parte de un mecanismo cerebral que esta todo el tiempo persiguiendo recompensas. Y la recompensa viene, en forma de dopamina, todas las veces que logramos responder a esa molesta y constante pregunta. Entendemos algo y eso nos pone contentos por un tiempo, hasta que otra vez volvemos a preguntar.

Ansiedad.

 

«El aburrimiento se cura con curiosidad. La curiosidad no se cura con nada».
Dorothy Parke

 
 
Y cuando combinamos el “¿Por qué?” al “¿Y si?”, en cualquier ejercicio intelectual ⎯artes o ciencia, no importa⎯ encontramos respuestas que nos hacen crear grandes cosas. Ya sea preguntar por no saber, y a veces desconocer, como en el caso de la tribu que es sumamente importante, o por no estar de acuerdo, o porque nos toca repensar algo que ya estaba dado por asentado, todo proceso creativo parte de una pregunta.

 

«La curiosidad es insubordinación en su más pura forma».
Vladimir Nabokov

 
 

“No tengo talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso.”
Albert Einstein.

 
 
Hoy comparto con ustedes algunos ejercicios para avivar la curiosidad. Son cosas que se me ocurrieron a mi o me las enseñaron amigos o profesores, y que creo que sirven sobretodo para mantener la mente curiosa y sacarle jugo a esa ansiedad por descubrir cosas nuevas. Pero que te enseñan a hacerlo de forma organizada y, al mejor estilo Señor Miyagi, te prepara para cuando necesites un golpe fuerte para arrancar.

Daniel San - Aprendiendo a ser curioso
Aprender a pelear puede hacerse a través de actividades cotidianas: aprender a ser curioso, según Gus, también.

 
1 – FOLLOW THE TRACK
“Follow the track” es como me gusta llamar a algo que, más que un ejercicio, es una costumbre que tenía de chico y que nunca me abandonó. Y por ahí muchos de ustedes también la hacen. Es, valga la redundancia, seguir la trilla de referencias de todas las cosas que uno consume. Películas, libros, videojuegos, músicas, notas en blogs, todos eses contenidos están lleno de referencias.

¿Escuchaste, en una entrevista, a Eric Clapton decir que él, cuando joven, escuchaba al blusero Robert Johnson? Andá a escuchar a Robert Johnson. Y seguro Robert Johnson escuchaba a alguien más. Y si seguis la línea por mucho tiempo, o te perdés en un momento, o llegás, quien sabe, a Beethoven. Pero vas a llegar bastante lejos. ¿Y si te hacés una lista de todos los libros y autores que son nombrados por tus libros y autores favoritos? ¿O si te pones a leer los libros de los cuales se inspiraron los directores de tus películas favoritas? Dejar que la curiosidad te lleve más allá de las obras que consumís te va a hacer comprender no solo más de tus cosas favoritas, y darte más cultural general, sino también el porqué de las personas que admiras piensan como piensan. Y eso te va a hacer pensar mejor.

2 – NUEVOS USOS PARA VIEJAS COSAS
En una clase de proceso creativo, un profesor (que era matemático, un curioso detalle) nos hizo pensar exhaustivamente en los distintos usos que daríamos a una birome. Y hacernos una lista.
Útiles, inútiles, bizarros, graciosos, inmorales, polémicos. El desafío era olvidarnos del uso que tenemos como establecido y buscar que nuevas funciones le podemos agregar a algo cuya definición ya la dábamos por hecha. En homenaje a Xi y su tribu, que ilustran nuestra nota y que por desconocer a un objeto fueron capaces de resignificarlo, podés entrenar con una botella de Coca-Cola.

3 – EL OBJETO RARO
El “objeto raro” es en realidad un desdoblamiento del ejercicio anterior, en su versión “agencia de publicidad”, pero lo podés aplicar en cualquier ambiente de trabajo. En una de las agencias que trabajé, tenía como director creativo a un tipo que, a menudo, dejaba en nuestra sala algún objeto que no pertenecía al lugar. Un huevo de Pascua, un totem azteca o un ratón de goma, por ejemplo. Y nunca nos explicaba que exactamente estos objetos hacía allí. Él decía que el simple hecho de que las personas se pregunten y empiecen a especular sobre porque estos objetos están ahí las hace creativas y que si les preguntás que hacen tales cosas en su escritorio, se les va ocurrir su propia version de una historia.

No muy diferente de los aborígenes de la Africa Meridional, cada uno de nosotros tiene la chispa y la inquietud de dedicar hacia las cosas que observamos una nueva mirada, y de hacernos tantas preguntas cuantas sean necesarias para aprender y crear algo nuevo.

Eso porque quizás el regalo de los dioses no haya sido la botella de 237cc de Coca-Cola. Quizás el verdadero obsequio haya sido la curiosidad.

 
 

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