… la Escuela Superior de Creativos Publicitarios

(ARGENTINA) – Florencia Domenichini recuerda en este texto su largo y dubitativo camino —»si hay algo que me paraliza en este mundo es dudar, sospechar que estoy pifiando», describe por ahí—, ese que la llevó a inscribirse, a comienzos de 2009 y casi en el momento exacto en que arrancaba la primera clase, en la tradicional Escuelita. Tres años lectivos más tarde, sus palabras destilan agradecimiento y emoción.


Especie de «PacMan creativo» realizado con pasteles a la tiza sobre canson negra por la misma Florencia Domenichini junto con su ex compañero de Escuelita Juan Manuel González.

 
POR FLORENCIA DOMENICHINI
Especial para PB
(Ilustración: Domenichini/González)

 
Mirar para atrás a lo Steve Laburos: Cómo llegué hasta acá

¡¿Y ahora, bajo el cuento de qué me pierdo el tren de once y veinte para seguir escribiendo?!

El desempleo del 2008 me había dejado los sesos pendiendo de un hilo, a tal punto de caer en una orientadora vocacional a los 22 años (1).

«¿Te imaginás en una mesa, trabajando en equipo, exponiendo ideas, opiniones? Flor, yo te veo como publicitaria, eh…». La saqué cagando. Pero como buena psicodriver, Bettina me dejó titilando, como dolor de muelas, la idea de vivir de mis ideas: comer ideas, cagar ideas, parirlas.

Escurrí de mi cuerpo el último chorro de «tirón de ahogado» que me quedaba, tras haber simulado interés por ser una persona nine to five, con portafolios, tarjeta magnética y una licenciatura en RR.HH. Un 50 por ciento de culpa la tiene el proyecto en aspecto de azafatamalcogida que dio la clase introductoria de esa carrera en la USAL (sin ánimos de ofender, supónganse).

Hasta que un día resucité de entre los muertos, como dice el credo en el chamullo todopoderoso, y me jugué por una charla en la AAAP (2). No les voy a mentir, fui más fácil que la tabla del uno; me compraron con el lapicito con forma de lamparita, implícita la figura de la «idea», esa de la que quería comer, cagar y parir.

Llegué a casa con una convicción y una carrera insólita: Redacción publicitaria. Pasaron las cuotas veraniegas y hemorroidales, junto con los test vocacionales AAAP-ISP y su vaticinio en «Dirección de Arte» (no me habrán visto en la intimidad aspirando Power Point…). Fue entonces cuando mis dudas germinaron en humus; si hay algo que me paraliza en este mundo es dudar, sospechar que estoy pifiando.

Pero esta vida lostera y sabia hizo que el orientador de esos tests fuera el mismo que me tomaría el preocupacional para entrar a «aquel nuevo laburo» en la utedeté, ubicada mucho más cerca de casa.

En un pegajoso y TBAñero viaje al trabajo, los hilos de la vida se ataron y el destino puso quinta a fondo: una ex compañera del Polimodal y flamante redactora, llamada Pau Carboni, realizaba una pasantía en una agencia pequeña, en la que los egresados de un lugar que se hacía llamar «Escuelita» hacían mucho más que quórum. Fue entonces cuando, así como quien no quiere la cosa, a nueve días de haber arrancado marzo y a otros siete de empezar en la Asociación, me patearon el tablero. «No hagas la que hice yo, andá a la Escuelita, dicen que es mejor». Y las neuronas me pidieron franco. Todo lo demás fue pálpito. Googleé hasta encontrar la web, el teléfono y la dirección; «sólo doce cuadras entre el laburo y esto» mi primer beneficio, aunque un tanto idiota.

En la hora del almuerzo me fui pateando, para encontrar a nadie hasta las cuatro de la tarde, iniciado el horario de atención. Pues me jodí y, sin rendirme, a las seis y diez estuve ahí. Una morrudita simpática, con un voz de locutora ardiente, me atendió; se llamaba Paula, y le faltaban meses para casarse con su amor canadiense por internet… otra que Bublé. «Las clases empiezan hoy», me locutó. Cerré los ojos, hice mis cuentas con un ábaco mental con respirador artificial, puse en la balanza a los miedos, el volver a empezar y desempolvar pinceles, caprichos y hojas A3, y le pedí que me diera una solicitud y una birome. Salí corriendo para Ciudad de la Paz, fui la última en llegar, Leo Malinow arrancaba los lunes de diseño… y un romance oculto por la tipografía.

Al día siguiente, un tipo que se parecía al Profesor Snape me perjuró que funcionábamos como los icebergs, y que la creatividad estaba ahí abajo, sólo había que saber buscarla… A fin de año había producido junto a mis compañeros mi primera comedia teatral.

Al llegar al miércoles, una damita a lo garçon me contestó por qué amaba el arte, a cambio de generar más preguntas. Tantas, que a gritos las colgamos en las paredes… del Museo del Holocausto un verano más tarde.

Al terminar la semana, una piba letrada me sacudió tanto la cabeza que la onda expansiva me llegó al bobo y me hizo volver a escribir… Gracias a ella, palabras es más leído en Polonia, Holanda o EE.UU. que en Uruguay (3).

Y así fui saltando, como sapito de otro pozo, con más secuelas de dupla que en Arma Mortal, corrigiendo mi horrible dirección de arte, emocionándome con la entrañable redacción de Fabián Trapanese, o enojándome con Jorge Codicimo, aunque queriéndolo más que su suéter color Barney. De salto en salto faltaba menos, y me la jugué por un año más. El almanaque me pegó en los ojos, y hoy no hubo ni «Reconocimiento exitoso» (4) ni un carajo. Hoy, con Esteban Minoyetti, nos sacamos el sombrero y dijimos chau.

Como todo lo bueno en la vida, este colegio tardío, dilatador de adolescencia, revelador de cerebros y generador de talentos, dijo: «Se acabó lo que se daba, como dice Miquimaus, cada uno a su jáus«.

Un placer, Escuelita. Superior, por superarte y aceptar las críticas; Creativa y referencia numero uno en sus especialidades; y Pubicitaria porque ¡Llame ahoraaaaaaa, ya no llame, se vendió!

Desde Gladys y su amor incondicional por estos pebetes rabiosos, hasta Laura y su paciencia para conmigo; Adriana que tan bien me cazó al vuelo, Miguel, Walter, ¡Silviaaaaaaaaaa del quioscooooooooooooooo y su dorimaaaaaaaaa! Los puffs, las Macs que conseguimos el año pasado, las pelis que me devoré y tardé meses en devolver, la biblioteca y su olor a madera, el stand con señaladores, la baranda floja, las fichas para la máquina de café, las cervezas a la vuelta, las cuadras húmedas hasta Belgrano R, ¡las pipas de los pibes! Y todo lo demás. Se va conmigo. Gracias.


(1) Como todo lo que en la vida me da vergüenza, después pasó a chuparme un huevo.
(2) Asociación Argentina de Agencias de Publicidad, según su nombre de entonces; hoy, Asociación Argentina de Publicidad, AAP.
(3) Gracias Marina. Te llevo en el corazón.
(4) De los creadores del «Recalculando» del GPS, la misma gallega se hizo unos pesos diciendo «Reconocimiento exitoso» para un dispositivo de ingreso que usamos todos los alumnos de la ESCP para poner el presente. Tiponá.

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