(ARGENTINA) – Pablo Batlle, actual director general creativo de DDB Argentina, recuerda los tiempos en que su juventud, su inexperiencia ¡y sus pelos! lo ayudaron a transitar sus años de estudiante de La Fundación sin saber que su carrera profesional comenzaría nada menos que al lado de un monstruo como Hugo Casares.
«Tenía pelo, pinta, la vida me sonreía —recuerda el DGC de DDB—. La que no sonreía era mi vieja: había que trabajar». (Foto: Gentileza Pablo Batlle).
POR PABLO BATLLE
Director general creativo de DDB Argentina
Especial para PB
Debo confesar que siempre odié las matemáticas: simplemente las detesto. Y esa enemistad con los números fue uno de los disparadores de mi carrera. En 1989, la mejor manera de saber qué estudiar y dónde era la Guía del Estudiante. Gracias a ella pude discriminar las carreras que tenían matemáticas. Publicidad fue la elegida.
A la hora de elegir una universidad, opté por El Salvador (por recomendacion de una amiga de mi madre). Hice el curso de ingreso. Pero a los dos días, en un break, un flaco comentó: «A tres cuadras de acá está La Fundación… y hay mejores minas». Bueno, ahí descubrí el segundo disparador de mi carrera.
Corriendo hicimos esas tres cuadras y nos convertimos en alumnos de La Fundacion. En ese momento de mi vida me interesaba la publicidad, pero no sabía nada de publicidad.
Al empezar la carrera descubrí que La Fundación era uno de los mejores lugares para estudiar marketing: la mayoría de mis compañeros quería laburar en empresas o ser cuentas en una agencia. Los que nos inclinábamos por la creatividad éramos los menos: recuerdo que había una sola materia llamada «Creación Publicitaria».
Estudié un año en el turno mañana y los restantes, en el turno noche. Los de la mañana eran los que no trabajaban (al no saber manejar, yo era el único que no dejaba el enorme estereo del auto sobre el pupitre) y los de la noche eran los que llegaban quebrados de laburar.
Al empezar a trabajar como empleado de una fotocopiadora, no me quedó otra que formar parte de la clase trabajadora (igual, en lo de las fotocopíadoras duré dos meses).
Luego de La Fundación hice un primer año en la UCES y mi carrera se cortó. Bah, la cortó la materia Análisis Cuantitativo.
PELO Y PINTA
Con Diego Maradona, allá por el verano de 1980.
Debo reconocer que me divertí muchísimo esos años.
Me vestí de conejo Nesquik para un trabajo práctico, filmé publicidades con mis compañeros, hice amigos para después perderlos y luego volver a encontrarlos en Facebook.
Tenía pelo, pinta, la vida me sonreía. La que no sonreía era mi vieja: había que trabajar.
En esa época, la revista hot era El Publicitario, y en ella descubrí quiénes eran los directores creativos de las agencias. Me armé un currículum con una historieta de Isidoro Cañones y se lo mandé a todos.
Fernando Vega Olmos, de Casares Grey fue el primero que me llamó para preguntarme si tenía carpeta (le dije que no), para preguntarme si era redactor o director de arte (le dije que ni idea) y para preguntarme si quería arrancar mañana (le dije que sí, obviamente).
Y así arranqué. Fernando decidió que era redactor y a la semana estaba sentado con Hugo Casares haciendo los textos del Oso de Frávega para las Osocuotas. Debo confesar que en esa semana sentado junto al genial Hugo aprendí más que en los dos años de facultad. Pará… ¿o fueron cuatro? En fin, soy un desastre con los números.
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