(ARGENTINA) – ¡Sientan!, fundamenta Mariano Augugliaro (*) en su tercera columna, en la que comparte en sus textos autoilustrados la dirección de cuentas, la creatividad, el arte, el dibujo, la publicidad en general y, en realidad, la vida misma.

Ilustración realizada por Mariano Augugliaro en 2012: tela collage con acrílico y tintas.
POR MARIANO AUGUGLIARO
Profesor y coordinador de la orientación de Atención de Cuentas en la AAP / Director general en Macomunicación
Redacción especial para PB
Me siento a escribir mi tercera nota para el portal y, como lo hice y lo hago siempre, miro los ojos celestes de mi mujer y sé que es momento de buscar una melodía que llame a las musas. No sé si te comenté: el jazz y un montón de cosas son mis pasiones. Busco el significado de pasión y encuentro:
Pasión s. f.
1: Sentimiento muy intenso que domina la voluntad y puede perturbar la razón, como el amor, el odio, los celos o la ira.
2: Sentimiento de amor muy intenso manifestado con gran deseo sexual.
3: Afición o inclinación viva por alguien o algo: pasión por la lectura.
4: Persona o cosa por las que se muestra afición o inclinación viva: el cine es su gran pasión.
5: Entusiasmo que se pone en algo que se hace o se defiende: los fans aplauden a sus ídolos con pasión; discutía con excesiva pasión.
6: Sufrimiento muy intenso, especialmente el de Jesucristo desde su detención por parte de las autoridades romanas hasta su muerte en la cruz, narrado en el Evangelio: en Semana Santa se conmemoran la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Nota: Con mayúscula inicial cuando hace referencia a la pasión de Cristo.
7: Representación artística o narración del padecimiento de Jesucristo en la cruz que está inspirada en el Evangelio.
Miro las definiciones, las leo y las releo varias veces y me acuerdo de cuando comencé a estudiar publicidad: realmente me gustaba, y mucho, pero nunca pensé que iba a trabajar y ganar dinero con una actividad que me da mucho placer y por la que nunca dejé de sentir tanta pasión. A veces he sufrido y seguiré sufriendo por esta ingrata profesión, pero entra en la definición número 6 de este diccionario.
Recuerdo las veces que no dormí por un titular o me levanté a la madrugada caminando apurado en la mitad de la noche a un quiosco de diarios a ver si había salido un aviso en la página que habíamos entregado o ¡escuchar un programa de radio entero sólo por veinte segundos de un queso crema! ¡Carajo!, ¿eso no es más pasión que la de los hinchas de fútbol? Cosa que no sé si importa mucho, pero no me gusta el fútbol, ni jugarlo, ni verlo, ni nada. ¿Entra en alguna definición?
Una pasión que viví cuando trabajaba en varias agencias que no eran la mía, y por razones que me excede saber por qué: iba los viernes cuando terminaba la semana a tomar algo en algún bar de Buenos Aires, pero iba SOLO. Era algo mío: como trabajaba para grandes agencias y la locura no era sólo mía, me tomaba un tiempo para mí.
No hablamos de almorzar en el microcentro o tomar un cafecito con un libro: digo llegar a un bar, ya caído el sol y terminada la semana de originales, avisos y demás cosas, acodarse en la barra y pedirse algo espirituoso, sin aclarar «espero a alguien» ni poner cara de estar de paso. No se hace, a menos que uno sea un alcohólico asumido. Aquí vengo a hacer apología: desde que me animé a ir de bares, me resulta una costumbre sanísima, para calmar el espíritu y renovar las historias de comerciales de TV, radio o avisos de gráfica que a uno le tocará vivir. Pero claro, hay lugares más y menos amigables para sentarse en soledad. Recuerdo uno con mucha pasión y alegría: a dos cuadras de la vieja agencia Ratto BBDO está La Biela, un lugar muy lugar en plena Recoleta —¡mejor dicho en Avenida Quintana, bolú!—, donde me sentaba en la barra, pedía una copa de champaña nacional (era director de cuentas, recién casado, gracias que pedía nacional y champaña). Recuerdo que los mozos me veían llegar y hasta creía que me reconocían y reconocían mi pasión por la publicidad y por la vida. La verdad, creían que les iba a dejar una buena propina (era director de cuentas y no de Mad Men). ¡Olvídate de las buenas propinas, Sam!
Fue un excelente lugar para empezar en una barra y también el final de esa época. ¿Por qué? Fácil, porque nadie me miraba raro. Nadie se daba cuenta de mi pasión por lo que había elegido, era uno más, no hablaba con nadie, sólo dejaba pasar un rato de la semana, me escuchaba a mí y no miraba a nadie.
Esa etapa se terminó, pero no la pasión por tantas cosas. Cuando paso por La Biela me acuerdo de Ratto, de esas noches cortas tomando una copa en soledad, y sé que no volverán, porque no quiero que vuelvan. Es otro momento de mi vida, algunas canas —por no decir muchas— se han instalado en mi cabeza y, cuando miro mi futuro, siento más pasión que antes por la vida, por la profesión, por los alumnos y por la publicidad.
Si se me ocurre ir o pasar por La Biela, no puedo entrar sin la compañía de mi amada, para así poder mirar a la cantidad de tipos que se sientan a la barra a tomar un trago y vivirlo con pasión. O tal vez sin ella.
Te pido perdón, tengo que dejar de escribir, tengo el Campari que me prepararon antes de cenar y de soñar con los angelitos.
Vermouth con papas fritas y ¡good show!, como le decía Tato Bores a su Berta.

(*) ¿QUIÉN SOY?

¿Pero quién soy? Director de cuentas, padre, marido, dibujante, escritor, cocinero, coordinador de Atención de Cuentas en la AAP, profesor, amigo, etcétera.
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