(COLOMBIA) – Santiago Lucero ostenta una carrera que va desde Y&R y Agulla & Baccetti a ser DGC de Fallon Londres, y si eso te tiene que decir algo es que sabe de publicidad. La nota de hoy ya fue publicada en la página de CoPublicitarias, y como parte del acuerdo que hoy estrenamos, la publicamos acá. Una nota imperdible de un genio de la publicidad: ¡vamos, leela!
Santi Lucero, ex DGC de Fallon Londres, en una nota imperdible.
POR SANTI LUCERO
Ex director general creativo de Fallon Londres
Redacción especial para CoPublicitarias – Derecho mutuo de publicación
(Foto por Mariana Gatto)
No hace mucho tiempo me encontré leyendo un artículo en un periódico estadounidense que publicaba que, en los Estados Unidos,m ser publicitario ocupa el tercer puesto entre las profesiones más odiadas por los ciudadanos. El podio del odio se conformaba así:
En el primer lugar: vendedores de automóviles usados. En el segundo lugar: vendedores de parcelas en cementerios. Y terceros, cómodos: los publicitarios.
Pero esto no es todo. Es más, esto no es nada.
El cuarto puesto de profesiones aborrecidas por los norteamericanos es para… los proctólogos. Sí, así como lo oyen. Los habitantes del gran país del Norte prefieren a los que se dedican a meterles el dedo (literalmente) en el culo que a nosotros, inocentes criaturas creativas cuya única misión en este mundo es crear grandes ideas para venderles todo lo que ellos compran de manera desbocada.
Esta gente ama comprar y comprar, y vaya si compran. Pero aun así, pareciera que no les gusta mucho cómo les venden. En los Estados Unidos, cuna de una de las mejores y más desarrolladas industrias publicitarias y hogar de muchas de las agencias que admiro profundamente, los proctólogos son más queridos que los publicitarios. Curioso, ¿no? Terrible, también.
Por suerte esto no ocurre acá, ocurre allá. Al otro lado del Río Grande, en una galaxia muy muy lejana en donde la gran mayoría de nosotros no trabajamos, lo que nos da la oportunidad de observar y analizar el fenómeno con la frialdad y la objetividad de quien no es parte de él. Sin embargo nos permite pensar, reflexionar y opinar sin temor alguno a ofender a ningún publicitario ni a ningún proctólogo tampoco.
En los Estados Unidos los proctólogos son más queridos que los publicitarios. Quedé un poco en shock al leer el ranking que presentaba esta fría realidad, pero ninguna respuesta a por qué esto sucedía.
En los Estados Unidos los proctólogos son más queridos que los publicitarios.
Yo tampoco tengo respuestas, pero estoy lleno de preguntas, hipótesis y teorías.
¿Será que la comunidad creativa y publicitaria de ese país ha estado tan ocupada en multiplicar ventas exponencialmente que no ha tenido tiempo para pararse a pensar demasiadas veces qué era lo que estaban vendiendo, comunicando y promocionando?
¿Será que en ese país, por algún motivo, se reciben los briefs como ordenes divinas e incuestionables que nadie se atreve a desafiar, sin que nadie se pare y pregunte acerca de cosas como los valores de esa empresa a la que está por publicitar, cuál es su ética, sus procedimientos a la hora de manufacturar, cómo, cuándo, con quién?
Tal vez, y sólo tal vez, en ese país que es potencia en tantas cosas, los creativos y publicitarios ponen muchísimo empeño y enorme pasión en defender una idea, un gag, un presupuesto, una estrategia, pero no acostumbran tener la misma vehemencia a la hora de defender lo que está bien y lo que está mal en términos absolutos.
O tal vez ni siquiera se lo cuestionan porque no se han dado cuenta del enorme poder y responsabilidad que tienen a la hora de comunicar.
Es muy probable que muchos de los profesionales que trabajan en ese mercado, muy buenos por cierto, tiendan a convencerse a sí mismos de cosas como «yo no obligo a nadie a comprar nada», o «si no lo hago yo, lo hace otro», o tal vez frases como «la gente no es tonta».
Y no, la gente no es tonta. Y como no es tonta es muy factible que hayan descubierto el curioso ciclo que tiene la tanda publicitaria allí. Que comienza con la venta de Hamburguesas XXXXL, azúcar en forma de gaseosas, para luego terminar con una serie de productos farmacéuticos para adelgazar o incluso para digerir y ser entonces… “felices”.
¿Será, tal vez, que en ese país la publicidad se mueve como una industria ajena y abstracta que vive, se desarrolla y maneja sin mirar a los costados, simplemente cumpliendo con su misión, con su rol de generar mensajes que promuevan productos y servicios, que impulsen ventas, caiga quien caiga, incluso aunque caigan ellos mismos?
Es una pena lo que le sucede a la comunidad publicitaria estadounidense, que siendo tan buena en lo suyo, que generando tantas ideas y campañas memorables, esté ocupando un lugar tan escandaloso en el ranking de profesiones que la gente simplemente desprecia.
Dan Wieden, sin dudas uno de los mejores publicitarios que al menos yo conozco, dice que la publicidad no es ni buena ni mala, sino que hay publicidad buena y publicidad mala, como todo.
Es verdad, no voy a contradecir a Dan Wieden, pero acá no estamos hablando de la calidad «artística» de la publicidad, sino de la calidad moral de la industria en la que trabajamos todos.
Esta estadística acerca de las profesiones no se refiere a si me gusta o no la propaganda, si me parece creativa o no, si la idea es buena, fresca y novedosa. Es acerca de algo que sucede mucho antes de entrar en las típicas y pelotudas peleas entre agencias y clientes, entre creativos y cuentas, entre fulanos y menganos.
Esta estadística se refiere a lo que los ciudadanos de un país piensan o sienten de los profesionales dedicados a la publicidad. Este pensamiento es producto del poco cuidado y la poca conciencia que muchas veces, sin juzgar a nadie (nadie es dueño de la moral y la verdad), tienen aquellos que dirigen nuestra actividad. Es acerca del gran poder que tenemos los que trabajamos en este medio y de las pocas veces que se usa ese poder para generar cambios profundos en la sociedad y el mundo. Se refiere a la cantidad inmensa de gente llena de talento, de carisma y de inteligencia trabajando en esto sin ser consciente de la gran posibilidad que tiene en sus manos, cada día, de generar cambios positivos. Se refiere a la acción de tener vista de lince en algunos temas y ser definitivamente miopes en otros. Tiene que ver con desaprovechar la oportunidad de sentarse con en CEO mundial de la empresa que sea y solo venderle una campaña, en lugar de intentar venderle una manera más sana, respetuosa y honesta de llevar su negocio. Además de una excelente campaña también.
Este ranking habla de todo esto, creo yo, producto del descuido y la falta de conciencia, más que de la desidia y el desinterés (o eso al menos quiero creer yo).
Como dijimos al principio, por suerte esto pasa allá y no acá. Ojalá esta etiqueta de ser el aire fresco en la actividad incluya también todo lo relativo con hacer más el bien que el mal. Ojalá que nosotros nos hayamos dado cuenta de que además de estar bien arriba en el ranking y reportes de premios, es fundamental estar bien alto en los rankings de lo que la gente piensa de nuestra profesión, en el ranking de la ética ciudadana. Ojalá que esa manera latina de hacer publicidad hable también de la importancia que les damos a los valores éticos a la hora de decir SÍ o decir NO a un cliente. Ojalá que signifique que en este lado del mundo nos dimos cuenta de que usar una charity sólo para ganar premios es una locura. De que aceptar los métodos de producción de un cliente y hacer la vista gorda es demente. De que tenemos mucho más poder e influencia del que nosotros mismos creemos y sabemos. De que si bien suena muy cursi y demagogo, sería bueno usarlo para generar cambios positivos.
Ojalá, ojalá que aprovechemos que este ranking de profesiones es de otro país, que queda lejos y en el que hablan en otro idioma, para echarle una revisada a lo que hacemos y cómo lo hacemos. Seguramente lo estemos haciendo bien. En ese caso dormiremos tranquilos, porque si alguien hace un ranking de esos por acá, seguramente estaremos muy por encima de los proctólogos, y de los dentistas también.
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