(ARGENTINA) – «Devoluciones reales, por clientes reales»: así define Denis Vivoda, nuestro redactor, la presentación que los alumnos de Miami Ad School Buenos Aires hicieron el otro día ante Coca-Cola. Nervios, creatividad y fe en las ideas fueron algunas de las cosas que vio en el auditorio de la escuela, el pasado jueves 15 de septiembre, y en esta nota él te las cuenta todas. ¿Qué estás esperando para leerla?
Al fondo, nuestro redactor, Denis Vivoda, escuchando con atención las presentaciones, camuflado entre varios alumnos de la Miami Ad School Buenos Aires.
TEXTO POR DENIS VIVODA
Especial para PB
(Fotos: Gentileza MAS))
Llego tarde. Cuando me siento se me escapa una sonrisa, porque ya Gustavo Luy está dando su presentación, y al tipo me lo vengo cruzando mínimo dos veces por semana. Su energía es inconmensurable (qué palabra: inconmensurable). Sigo sonriendo cuando me acuerdo de que cuando lo entrevisté me dijo que no sabía por qué llegó a Young & Rubicam Buenos Aires, y cuando está ahí parado, líder temporal de su grupo, yo sí entiendo. El tipo, cuando habla, tiene fe en las ideas. Pienso que necesitamos más de eso.
La devolución del cliente puede ser ácida. Más si considerás que es Coca-Cola, que frente a vos, mientras te animás a contar las ideas que pensaste con tu grupo, tenés al Goliath de las marcas internacionales. Y las devoluciones son ácidas, en parte, pero no me entiendas mal. Las devoluciones son reales. El cliente es real. La agencia que inventaste con tus cuatro compañeros para esta presentación es real (por lo que dura la presentación, al menos). El cliente no es famoso por ser tibio en las devoluciones. Y Miami Ad School no es famosa por revelar tu lado creativo diciéndote en todo que “sí, estás bien”: tu creatividad se labura a base de devoluciones reales.
En algún momento el cliente dice algo como “la idea no es todo, también hay que ver cómo se la cuenta” (en referencia a eso que decía sobre la fe de Gustavo Luy y sus coequipers en las ideas), y todo el grupo es aplaudido para darle paso al siguiente. A medida que cada grupo avanza y cuenta sus ideas, construye sobre las devoluciones que da el cliente. Todo el curso se va alimentando de la presentación en tiempo real, demostrando un proceso de adaptación más que envidiable. Todos aplauden al segundo grupo, pasa el tercero. Vuelvo a sonreír.
El grupo de Gustavo Luy recibiendo la devolución de la gente de Coca-Cola.
Y sí, me la paso sonriendo, pero ahora veo que ahí adelante, a un costado de la pantalla, está Peter Ponte, a quien entrevisté ya dos veces (cuando lo entrevisté por primera vez él iba a la misma facultad que yo). La Miami Ad School me regala (y eso que llegué tarde) uno de esos momentos que te dejan en claro que la vida tiene sus vueltas, pero que en definitiva esas vueltas se cruzan, quizás un jueves por la tarde en el barrio de Belgrano.
Peter presenta con su grupo, y el cliente hace su devolución. En todas las presentaciones se puede ver una estrategia marcada, apuntada a generar ideas digitales para ciertos productos de la compañía. Las presentaciones no son perfectas (difícilmente las hay), pero ese es el encanto de la charla. Cada vez que alguien pifia en algo, todo el curso hace nota mental, una y otra vez, hasta que la lección está aprendida y son mejores creativos, porque así es como se aprende publicidad: errando.
Cuando todos los chicos terminan de presentar y todas las devoluciones de cliente están hechas, yo tengo que salir apurado. Cruzo la puerta de Munich 1735, sin embargo, con la postal de un montón de alumnos abrazándose entre ellos, saludando a los clientes y sonriendo, quizás felices de haber aprendido que hasta en las presentaciones con errores hay pedacitos de sabiduría.
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No se ve mucha gente…