… la Universidad Católica del Uruguay

(URUGUAY) – Montevideano de nacimiento y formación y bogotano por adopción, Emiliano Vargas llegó a Colombia hace poco más cuatro años para hacerse cargo de una dirección creativa en ToroVazquezMora Fischer América. Un año más tarde pasó a su agencia actual, Sancho BBDO. Con la mirada lúcida y nostálgica que otorga la distancia, recuerda aquí una anécdota muy concreta de sus tiempos de estudiante, que le permite de paso homenajear a la docente que más lo enriqueció como futuro profesional de la publicidad.


Adjunto la contratapa del libro de la profe (hacer clic para ver completa) donde hace referencia a lo que cuento: «Antes del asco», Hilia Moreira, Editorial Trilce, 1998.

 
POR EMILIANO VARGAS (Uruguay)
Director creativo en Sancho BBDO (Colombia)
(Fotos: Gentileza EV)

 
El recuerdo más grato, bizarro y enriquecedor de la universidad como tal fue una intervención que realicé para la clase de semiótica por aquel entonces dirigida por una crá en la materia: Hilia Moreira.

Profesora doctorada de la Sorbonne, París, quien se encontró con una generación que abrazó más de lo necesario a Condorito y Paturuzú… Esa profe me obligó a dar vuelta un partido complicadísimo, ya que el primer año me despachó con un intratable, vacío, árido, polvoroso, vergonzoso y desastrozo “1”. Pero ahí estaba yo, más un compañero (el «Caminante»), compartiendo la desgracia y tratando de resignificar fenómenos culturales, de jugar con la reinterpretación de algún código o símbolo, de romper algún simulacro o convención social, hasta que dimos con un fino trabajo sobre lo escatológico (valga la redundancia).

Imaginate el salón sin pupitres, todos los compañeros sentados en el suelo en una especie de herradura, a la solitaria luz de una vela, música coral al mango, y en el medio de todo ese combo… un water. Mientras un audio locutado también por nosotros corría con la exigente tarea de contarle a la clase los miles de significados inimaginados y sorprendentes que le atribuimos a la caca, concluyendo con un marcado y grosero in crescendo musical que servía de inequívoco remate para nuestra performance.

En el momento de mayor tensión, y con una parsimonia que desconocía en mí, muestro cómo me coloco unos guantes de goma color rojo y apunto mis manos hacia el cielo tipo cirujano. A todo esto, el caminante dispendiosamente hallana el camino hacia el santo grial de mierda, abre la tapa de plástico azulcita (que habíamos encontrado por la calle 8 de Octubre), hundo mis guantes hasta los codos y saco, descubro mejor dicho, cómo entre mis dedos se escurría un material viscoso de color marrón (un tanto chirlo por el calor del salón) y procedo a refregárselo uno por uno en sus narices, logrando asquearlos, algunos impresionables hasta se desamayan, otros impacientes se limitan a putearnos…

Hasta que llego a ella, a Hilia; nunca olvidaré esa cara de éxtasis, de goce, de orgullo, de pecho inflado, de picardía infantil: fue la única en animarse a probar el dulce de leche.

 
 

2 replies »

  1. Que pasa vergas ?, hay que ver lo que se encuentra uno en la güé. Como te salvé la vida con semiótica y aún no me lo agradeciste…

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