Al tiempo perdido los santos lo lloran, recuerda (y se pone filosófica) Lilo Orjuela

(COLOMBIA) – ¿Amás lo que estudiás? ¿Te gusta tu trabajo? ¿Cuántas horas tiene tu día? ¿No creés que 24 horas es poco? «El tiempo es oro y es importante no perderlo, aprovechar cada hora del día, porque en muchos momentos las quisiéramos todas juntas y 24 nos quedan cortas», es uno de los consejos que hoy nos da Lilo Orjuela, planner de Ogilvy Buenos Aires, nuestra columnista y colaboradora desde la primera hora que, una vez más, se dejó llevar por una actividad y profesión que la enamora.


«La persistencia de la memoria», de Salvador Dalí.

 
POR LILO ORJUELA
De la redacción de PB
Planner en Ogilvy Buenos Aires

 
En las últimas semanas he recordado mucho las palabras de una de mis profesoras en la primaria, quien siempre repetía una misma oración y creo que por eso me quedó tan grabada en la memoria: «Al tiempo perdido los santos lo lloran». Sí, estudié en un colegio de monjas.

Creo que nunca les di tanta importancia a aquellas palabras como ahora, cuando muchas veces siento que me hacen falta horas y hasta días para cumplir con todo lo que quiero cumplir.

Dicen los que saben que es necesario dedicar muchas horas de trabajo y práctica cuando se quiere lograr y perfeccionar algo. Eso lo comprobé en mis años como deportista, cuando entrenaba dos jornadas diarias, hasta seis horas al día, seis días a la semana, y a veces no era suficiente. El deporte te enseña que se debe trabajar muy duro, muchas horas, para lograr los objetivos. Hoy no encuentro diferencia alguna entre esa vida deportiva y la vida profesional.

La publicidad no es un trabajo que cumple horario, no es el típico 9:00 a 18:00, y todos lo sabemos, aunque muchos entran en esa dinámica porque les da lo mismo trabajar en esto o en cualquier otra cosa. Para decidir dedicarle a esta profesión más horas que las legalmente establecidas se debe estar enamorado de ella. Si se quiere lograr algo y ser el mejor, esta profesión se convierte, quizás, en la prioridad número uno de las personas: sí, por encima de la familia, de los amigos y de uno mismo. Y no todos están dispuestos a asumir esto.

Los autores de dos de los últimos libros que leí son personas que llegaron hasta un nivel muy alto en su profesión y que lo lograron, en parte, gracias a las arduas horas laborales que se autoexigían.

Por un lado, Jane Mass, en su libro Mad Women —que mencioné en la primera de esta serie de columnas—, menciona que el orden de sus prioridades era: 1) Su trabajo. 2) Su esposo. 3) Sus hijas. Trabajaba desde muy temprano y hasta altas horas de la noche. Así pasó de ser una de las primeras redactoras mujeres y directoras creativas en Ogilvy & Mather Nueva York a presidir una de las agencias más creativas de los 80, también de Nueva York: Muller Jordan Weiss.

Por otro, Neville Isdell, uno de los CEO y presidentes del directorio de The Coca Cola Company más destacados en la historia de la compañía, reconocido por sus grandes logros y por toda una carrera en la empresa que comenzó como ayudante en una embotelladora. Isdell menciona que tenía jornadas laborales de 15 horas por día y que muchas veces su familia pasó a un segundo plano.

Y así se pueden encontrar cientos de ejemplos similares. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a hacerlo? Si la respuesta es sí, seguramente esto se note desde los años como estudiante. Si te suele dar pereza leer, hacer un trabajo o estudiar (esto, que es lo que se supone que te gusta), nada indica que vayas a cambiar en una empresa cuando debas cumplir con tus responsabilidades.

Se puede decir que desde la facultad formamos nuestro carácter como profesionales y eso es algo que definirá muchas veces el camino que tomemos, pues la competencia no sólo está en los productos y servicios, sino que está presente todo el tiempo en la vida de cada persona: en la facultad y en el trabajo es bueno destacarnos de nuestros compañeros, querer sobresalir y ser mejores que el promedio. Pero la verdad es que, a pesar de que sea una típica frase de cajón, el competidor más grande es uno mismo. Uno es quien se pone sus límites, quien acepta los desafíos y quien decide en qué invertir su tiempo.

No hay nada mejor que quedarse en la cama durmiendo una horita más, ponerse a ver tele o tirarse a descansar, pero mientras tanto hay alguien que está invirtiendo ese mismo tiempo en actividades que le permitirán desarrollar su potencial, investigando, leyendo, diseñando, pensando ideas… y seguramente sea esa persona la que sobresalga del resto, seguro sea esa persona la que realmente ame lo que hace.

Podría decirse que el publicitario tiene una ventaja, que para algunos puede resultar una desventaja, y es que puede trabajar en cualquier momento, en cualquier lugar. Quizás para los planners y los creativos esto debe ser todavía más inspirador, pues una de las cualidades que deben desarrollar es la observación, cosa que pueden hacer todo el tiempo, en todas partes.

No estoy diciendo que se deba ser un adicto al trabajo para llegar lejos, aunque sí mantengo que se deben invertir muchas horas para lograr buenos resultados. Tengo claro que el descanso es muy importante y definitivamente no todo en la vida es trabajo. Sería ideal encontrar el equilibrio, como en todo, pero no es sencillo.

También se puede caer en el error de, por querer hacer todo, no hacer nada. Hay que poner prioridades, mini metas realizables y medibles, llevar un calendario, anotarse las cosas para hacer cada semana o cada día. Hay tips que ayudan a la organización y a la optimización del tiempo.

Ahora procuro ahorrarles lágrimas a los santos y aprovechar cada momento del día. Y quienes poco se interesen por lo que pasa con los santos, pueden traducirlo a que el tiempo es oro y es importante no perderlo, aprovechar cada hora del día, porque en muchos momentos las quisiéramos todas juntas y 24 nos quedan cortas.
 
 

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