(ARGENTINA) – A veces, los redactores como Denis Vivoda se cansan antes que nadie de sus propias notas y prefieren ceder el espacio a otras personas. Hoy se da un caso: en la nota vas a poder leer la experiencia de Agustina «Chini» Spano, compañera de Denis en el curso integral de Dirección de Arte de Haus. Una oportunidad para conocer a la escuela porteña desde otro par de ojos y, si te copa, entrar a la web de la Haus a ver qué más hay.
«Los mejores profesores son esos que te dejan la cabeza prendida fuego cuando te vas de una clase», dice Chini.
TEXTO POR CHINI SPANO
Estudiante de Diseño Gráfico en la FADU y estudiante en Haus – Especial para PB
Como todos los días, y como suele suceder a fin de año, el tiempo aprieta y le faltan por lo menos unas seis horas a cada uno de mis días. Pero me propusieron hablar de mi experiencia en Haus y me hago un café amigo (el quinto del día de hoy o el primero de mañana, que en realidad ya es hoy. Whatever, tecnicismos horarios). La cosa es que de todas formas me pongo a escribir con entusiasmo, porque no puede ser de otra forma.
Llegué a Haus empujada por el efecto mariposa, por un dominó de sucesos entre felices y no tan felices que me movilizaron a empezar una nueva búsqueda personal y profesional. Empecé el curso anual de Dirección de Arte, con muchas preguntas. La más grande en relación al curso era muy simple: ¿de qué trata esto que tanta curiosidad me trae? La más grande en relación a mi momento personal, por otro lado, era tan simple como compleja, y fue casualmente (o no) la misma que nos plantearon como uno de nuestros primeros ejercicios: ¿qué es lo que quiero hacer cuando sea grande? (no develaremos mi edad, solo digamos que tengo un espíritu joven).
Me tiré a la pileta. Decidí hacerlo. Dejar de dudarlo, de hacerme tanta pregunta. Me anoté y lo empecé. ¡Lo hice! Vaya si fue una de mis decisiones más acertadas. Y lo iba a terminar de entender muchas clases después, aunque Juli nos venía haciendo la “Inception” a lo Christopher Nolan desde el día uno:
HACER.
Esa simple palabra es la semilla mejor plantada por nuestro capitán Montesano.
«Caminante no hay camino, se hace camino al andar», dice Serrat. Haciendo las cosas salen mal, salen medio pelo o salen buenísimas. Como sea, lo importante es que empiezan a hacerse reales. Y si uno sabe sacarle provecho al tiempo, al espacio, a los maravillosos profesores, a los también talentosos y diversos compañeros, las paredes de Haus se abren y logras que los conocimientos y el entusiasmo que te contagiaron en cada clase te lo lleves a la calle, a tu casa, a tu laburo, al bondi; se hace parte de vos.
Uno puede aprender más o menos y eso no solo depende de las instituciones o los profesores. Hay que hacerse cargo de que también depende de uno mismo y de cuánto jugo te guste sacarle a las experiencias que elegís vivir.
Pero sin duda los mejores profesores son los que te dejan la cabeza prendida fuego cuando te vas de una clase. Esos que te hacen amar cada proyecto que haces por más chiquito que sea. Y en Haus te vas a encontrar con unos cuantos.
La escuela te activa algo que no se apaga. Algo que llamo “estado de movimiento”. De Haus salís andando con pausa y sin prisa. Salís curioso e inquieto. Y en un mundo tan apurado por tener todo resuelto en un botón, el que te enseñen a saborear lo que te rodea mientras aprendes bocha de cosas, con gente genial (perdón por el cliché, pero…) no tiene precio.
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