Cristiano Signore: «En Miami Ad School estudiás, trabajás ¡y viajás!»

(ARGENTINA) – La ventaja de las clases en cualquier Miami Ad School es, por lejos, la oportunidad de viajar por el mundo aprendiendo, algo posible gracias a la modalidad de los Quarters Away (QA). Si hay alguien que puede testificar de la genialidad de aprender en varios idiomas y países es Cristiano Signore, quien desde Bariloche, Río Negro, pasó a estudiar en ciudades que son mecas de la actividad publicitaria, como San Francisco, Hamburgo y Londres. Esta es la entrevista a un publicitario/artista que aprendió viajando sobre aquello que a todos nosotros nos apasiona: la publicidad. Ready? Set? Go!

Cristiano y otros chicos de la MAS, en San Francisco
De izquierda a derecha: Antonio (redactor, de Madrid), Jasper (director de arte, de San Francisco), Cristiano (director de arte, de Buenos Aires) y Brad (redactor, de San Francisco), en la agencia de San Francisco donde Cristiano pasó uno de sus quarters away.

 
ENTREVISTA POR DENIS VIVODA
Estudiante de redacción publicitaria en la Asociación Argentina de Publicidad
Especial para PB
(Fotos: Cortesía CS)

 
—¿Cuáles son las ventajas de poder aprender publicidad a lo largo del globo?
—Cuando descubrí la Miami Ad School, lo que más me interesó fue esta oportunidad de trabajar en distintas agencias alrededor del mundo. Yo ya estaba trabajando en la Argentina, pero sentía que estaba aprendiendo poco y que necesitaba un salto de calidad en mi carrera. Miami Ad School me daba las dos cosas que estaba buscando en ese momento: viajar y aprender. La experiencia de haber trabajado en los Estados Unidos, Alemania e Inglaterra me enseñó no solo cómo se trabaja en este rubro, que es tan especial en las distintas culturas, sino que también me hizo abrir la cabeza, conocer gente y trabajar a la par de los mejores publicistas del mundo. Me hizo dar cuenta de que si bien la publicidad tiene mucho en común a lo largo del globo, en cada cultura la hacen de una forma distinta. Y sobre todas las cosas me hizo conocer muchísimo de cada cultura, de cada target con el que trabajé y de cada país que recorrí; creo que esto es lo mejor que te llevás, esto y ese puñado de amigos que te vas haciendo a lo largo del camino: amigos de todas partes del mundo.

—¿Cómo fue tu experiencia en AKQA Londres?
—AKQA es un mundo aparte dentro del universo de la publicidad. Mi experiencia en esa agencia empezó el quarter anterior, en Service Plan (en Hamburgo), donde mi jefe era Till Diestel. Él fue quien me insistió para que aplicara a la que, a su entender, era la mejor agencia del momento, y más para un director de arte. Después de varias idas y venidas (entre las cuales mi dupla de ese momento se dio de baja de la Miami Ad School para empezar una línea de remeras para fisicoculturistas), quedé seleccionado entre los cuatro interns de AKQA. Mis jefes, quienes eran también los que me habían elegido, eran Bruno Ribeiro y Max Chanan, dos excelentes directores de arte de origen brasileño. Ellos eligieron una dupla para su equipo, y el otro equipo iba al piso de social media a trabajar para la comunicación digital de Nivea. Mi nueva dupla, también elegida por ellos, era Laura Tohtua, una redactora finlandesa. Una de las cosas mas interesantes de AKQA, además de su hermosa oficina en el centro de Londres con un cuarto secreto en el que desarrollan la última tecnología, fue trabajar con Laura. La diferencia cultural no era grande, sino gigante, y hacía que cada brainstorming fuera un momento intenso, entre discusiones y risas. Cada vez que yo me iba del brief ella tiraba para que volviera, y en el tironeo quedábamos en un interesante punto medio, por lo que las ideas podían volar, pero no irse completamente. Trabajamos con marcas como Nike, American Express Japón y Lurpak, y fuimos parte de los pitches de McDonald’s Japón y de Virgin.

 
AKQA, una de las agencias por las que pasó Cristiano
La taza de AKQA Londres, una de las agencias por las que pasó Cristiano.

 
—Además del inesperado «cuarto secreto», o laboratorio, algo poco habitual en agencias de publicidad, ¿qué otras cosas hacen tan especial a AKQA?
—Una linda anécdota es cuando nos citaron a todos a ser parte del Creative Lovefest, día cuando nos llevaron al mitad del bosque, nos dividieron en grupos y nos enseñaron a cazar, juntar hierbas, hacer fuego y sobrevivir: ¡nada y todo que ver con nuestro trabajo! Tenés la oportunidad de conocer a la persona que tenés al lado, de hablar de la vida, de contar chistes y de brindar con una cerveza. Se crean vínculos que durante el horario laboral son imposibles de crear. Al final del día, eso es lo más importante, ya que si voy a pasar diez horas diarias en el mismo lugar, ¿qué mejor que hacerlo con gente que te cae bien y con la que tenés un vínculo más fuerte que el de simple compañero de trabajo? AKQA entendió que para que sus creativos trabajen al cien por ciento tienen que estar en un ambiente cómodo, y con gente con la que se lleven bien. Estos días de distensión no eran un día perdido, eran un día que hacía que el resto del año se trabajara con más intensidad, más relajados y con mejores ideas.

—¿Qué contraste ves entre la escuela y la agencia? ¿Qué aprendiste en una que no aprendiste en la otra?
—Con las dos opciones trabajás bien. La diferencia es que cuando trabajás en la escuela podés centrarte más en tu carpeta, elegir el trabajo que querés hacer, el brief que más te gusta, y si deja de gustarte, podés tirarlo y empezar otro. Cuando estás en agencia, en cambio, los tiempos y las obligaciones son otras, tenés que tacklear cualquier brief que pase por delante de vos y dar lo mejor en cada uno: ¡porque si no lo hacés vos lo va a hacer el que está sentado a tu lado! Lo importante es hacer que tu jefe confíe en vos y te relegue más responsabilidades. Lograr esto en tres meses no es fácil, pero tampoco imposible. Yo elegí agencia para mis últimos cuatro quarters: me pareció la opción más interesante, más competitiva y que iba mejor con mis intereses. Además, los contactos que hacés en la agencia difícilmente los harías haciendo solamente escuela. De todas maneras depende de cada uno y de la necesidad del momento. Lo importante es no dormirse. No digo planear los cuatro quarters, pero en cuanto te llegan las opciones del quarter que viene, ya saber para dónde querés moverte, investigar las agencias o los profesores que vas a tener, y elegir. Si te dejás estar, o improvisás, podes terminar en un lugar que no te sirve, y perder un quarter es perder mucho tiempo.

—¿Cómo te adaptaste al sistema de los ocho quarters con que la Miami Ad School plantea sus dos años de estudio?
—Los quarters de la Miami duran el tiempo justo. En tres meses en una ciudad tenés la oportunidad de hacer muchísimas cosas y, al mismo tiempo, cuando se termina te quedás con ganas de más. Te da la oportunidad de hacer amigos, pero cuando los hiciste ya te estás yendo a la siguiente ciudad. En términos académicos, si faltás a una clase te perdés muchísimas cosas, y hay materias tan interesantes o profesores que tienen tanto conocimiento, que me hubiese gustado poder tener dos o más quarters con ellos.

—¿Qué ventajas le encontrás a ese método?
—Como te decía antes, es el tiempo justo, que si lo sabés aprovechar podés hacer muchísimas cosas. Cuando terminás el año y mirás atrás sentís que pasó una inmensidad de tiempo, y tu carpeta y experiencia crecieron mucho. Creo que es la mejor forma de aprovechar los dos años de carrera que te da la Miami Ad School.

—¿Dónde cursaste vos cada uno de tus ocho quarters?
—Los primeros cuatro los tenés que hacer obligatoriamente en tu escuela base, que para mí era Buenos Aires. Después me aceptaron en Alma DDB, en Miami, por lo que el quinto lo hice allá, cursando dos veces por semana y yendo a la agencia de lunes a viernes. Para el sexto elegí San Francisco, y me eligieron de Muh Tay Zik Hof Fer, una pequeña, pero hermosa agencia digital (y por hermosa me refiero a la agencia perfecta en términos arquitectónicos, la que tenés en mente cuando pensás en una agencia de publicidad), donde trabajé la mayor parte del tiempo para Netflix. Estando ahí nos eligieron con mi dupla para entrar en los únicos dos puestos disponibles de Service Plan Hamburgo, con oficina propia y trabajando para un selecto grupo de creativos. Solamente concepto, y en la mayoría de los briefs, trabajando como inspiración para otras oficinas de la red: las Service Plan de París, de Munich, etcétera. Una experiencia diferente, en un país donde no conocía el idioma. Uno de los quarters más ricos a nivel personal. Y finalmente Londres, donde hice el internship en AKQA.

—Y ahora, ¿qué sigue? ¿Qué planeás hacer?
—¡Esa es LA pregunta! Ahora estuve en Buenos Aires, donde armamos una empresa con mi hermano y un amigo, llamada Club Can, y me vine unos días a descansar a Bariloche, lugar al que no venía desde una exposición de arte (Desplazamientos a los márgenes del ser, en el Hotel Inacayal) que hice hace más de año y medio. Mi idea es volver a trabajar afuera un tiempo más. Estoy hablando con una agencia en Rusia, pero mi idea es irme más para el lado de Asia. Creo que Japón es un país en el que todo director de arte tiene que vivir alguna vez. Miami también es una ciudad que me encantó. Volver a hacer publicidad en Londres es como ir a La Meca. Hay un mundo de oportunidades ahí afuera. En estos próximos días voy a terminar mi nueva web y a definir mi próximo destino.

—Ya que la mencionaste, ¿en que consistió tu exposición de arte?
Desplazamientos a los márgenes del ser fue mi primera exposición como artista plástico. Creo que el arte y la publicidad van de la mano, y al mismo tiempo te ayudan a conectarte con vos mismo y no estar siempre tan pendiente de lo que el otro quiere, o de que todo se entienda sin ningún tipo de ruido. Mi pintura está basada en un principio de la publicidad, que son las caretas, la marca que crea cada uno. Mi intención con el arte es mostrar lo otro, el monstruo interior, lo más ancestral de cada persona, su esencia, del otro y de mí. Los destinos no solamente los elegí pensando en la publicidad, sino en cómo me podían ayudar con mi arte y con mi tema.

—¿Y en qué consiste tu empresa, Club Can?
Club Can es una empresa que fundamos con mi hermano y un amigo. Vimos un nicho en el mercado que ninguna marca había copado, que era el de los paseadores de perros. No había ninguna empresa que hubiera institucionalizado esto, y nosotros pensamos que podíamos hacerlo.

—Sos un chico nacido y criado en la Patagonia (Bariloche, en Río Negro). ¿Cómo se sintió la experiencia de salir desde ahí hacia el mundo, hacia algunas de las «mecas» del mundo publicitario?
—En parte creo que eso me sirvió, es algo que siento mío, como parte de mi esencia. No soy el típico chico de ciudad, y eso hace que tenga otras inquietudes, otras preguntas, y también otros conocimientos. Yo creo que con el correr de los años cada uno va creando su propio estilo, tanto en publicidad como en arte, y haber partido de un lugar así, donde te conectás tanto con el medio ambiente, hace que todo mi recorrido sea una aventura diferente.
 
 

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