(ARGENTINA) – A veces, una española transplantada a Buenos Aires puede dejarse llevar con mayor facilidad por las palabras que los medios emiten casi sin proponérselo.

(Foto: AM, reflex analógica en color).

Por Aurora Montes, de la redacción de PB

 
La radio del taxi suena, como lo hacen todas las radios de todos los taxis porteños, mientras el conductor, con evidentes problemas de velocidad, gira por la avenida de Alvear atajando hacia mi casa. Una locutora con voz de que obviamente la radio no es lo suyo, plantea una cuestión que en seguida capta mi total atención. En menos de un segundo, armo un estereotipo juicioso de ella (ojos azules con profundidad, canas que cuentan historias de experiencia, manos que delatan sensibilidad…). Siento que se dirige a mí y sólo a mí, mientras su voz se clava en mis oídos.

«Cuando agarrás una naranja, no podés exprimir nada más que su jugo porque obviamente no tiene nada más en su interior que eso».

Semáforo rojo. Me siento aliviada por la obviedad de su declaración.

«Es simple, a un ser inteligente sólo le podés sacar lo que tiene adentro, y eso nos pasa tanto a ti como a mí, sólo podemos sacar de nosotros lo que tenemos dentro».

La entrada de mi casa parece distinta. Subo las escaleras para entrar en el portal, pero esta vez no saludo al encargado de las tardes. Realmente me parece un amargado que no me tiene ningún aprecio, además sólo me contesta el saludo cuando se acercan las navidades y le regalo una botella de vino.

Durante los diecinueve pisos de ascensor mi cabeza repite inconscientemente las palabras de esa vieja sabia: «Sólo podemos sacar de nosotros lo que tenemos dentro».

Quizás sea verdad lo que el discurso platónico nos quiso decir: en esencia, nuestras almas han vivido en el mundo de las ideas antes de entrar a nuestro cuerpo y olvidarlo todo, por lo que nuestro recorrido por este mundo es una recordación de lo que aprendimos ahí, pero no se puede recordar lo que no está dentro nuestro.

Busquémoslo, ¿no?