Vivir con actitud Trimarchi

(IBEROAMÉRICA) – Ezequiel Banchero, enviado especial por PRIMER BRIEF, viajó a Mar del Plata para asistir a Trimarchi por primera vez en su vida. Y fue esa «virginidad conceptual» la que le permitió observar el evento con la amplitud de mirada del turista que pisa París por primera vez y describe la torre Eiffel con los ojos todavía subyugados por tanta imponencia.


El aspecto exterior del Estadio Polideportivo, en un momento de la tarde del sábado 1°.

 
POR EZEQUIEL BANCHERO
De la redacción de PB
@ezebanchero
Fotos: Agustín Díaz (Argentina)

 

«Voy a empezar esta nota con una confesión. Hace tres años que estudio publicidad y nunca había escuchado hablar del Trimarchi (mala mía). «¿Qué es?», pregunté, una pregunta mínima en comparación con la respuesta que se venía. «Es un evento de diseño gráfico que se hace en Mar del Plata una vez por año y dura tres días, recibe a miles y miles de estudiantes y diseñadores de todos lados», me contestaron. Después me enteré de que era la décima edición de algo que habían arrancado en 2002 dos diseñadores: Seba Acampante y Pablo Pacheco. Pero volviendo a la cuestión, partamos de la base de que, como comunicadores, no podemos darnos el lujo de no conocer algo que conocen miles y miles, y más si nos concierne. Así que la magnitud de la respuesta me dejó bastante descolocado. Pero esa sensación se vio opacada por otra peor: no sólo no conocía Trimarchi, sino que me lo había estado perdiendo. La suma de todo esto hizo que de mi boca saliera un «vamos». Y fuimos».

«Viajamos con Agustín (Díaz, el fotógrafo) el viernes a la una de la madrugada. La terminal de Liniers, vacía, estaba irreconocible comparada con otras épocas del año. A nuestro micro subieron diez personas de unos veintipico de años que tenían diferentes acentos. No dijeron ni una vez la palabra Trimarchi, pero yo sabía que iban para allá. A ese punto, mi curiosidad, que ya había sido fogoneada desde el Facebook del evento por cientos de personas ansiosas, estallaba de tal manera que si el micro hubiese usado eso en vez de nafta para moverse, el viaje hubiese durado una hora en vez de cinco».

«Mar del Plata nos recibió con un pintoresco amanecer sobre su mar y con bastante frío. La Feliz, como se la suele llamar, es una ciudad hermosa, sobre todo cuando no está superpoblada por las vacaciones.
El viernes al mediodía salimos para el Estadio Polideportivo, donde se hacía el evento (por lo menos de día). Estábamos a treinta cuadras de ahí, así que decidimos ir en colectivo. Nos subimos a uno repleto, pero del que fue fácil bajarse porque íbamos todos para el mismo lugar. Cuando bajamos, caminamos unos metros hasta el citado Polideportivo, que sí, es tan grande como suena, y que albergó a más de 4.000 personas».


El Polideportivo, por fuera y por dentro, vacío y lleno, antes y durante una conferencia.

«Todo estaba decorado con azul y rojo, ya que eran los enérgicos y epilépticos colores de esta edición, que felizmente acepté como buen hincha de San Lorenzo de Almagro. Una vez que tuvimos colocadas nuestras pulseritas —muy prácticas, por cierto, ya que mostrar una entrada tres días seguidos y varias veces al día hubiese sido fatal— entramos al pasillo que rodeaba al estadio. En ese pasillo había exposiciones de diseñadores, stands de revistas, estudios de diseño, libros y ropa, entre muchas otras cosas. Creo que en los tres días que estuve ahí le habré dado 30 vueltas, y siempre veía algo nuevo».

«También caminando unos metros por ese pasillo y oyendo a la gente hablar se podía notar que había una enorme cantidad de gente de otros países; sobre todo, de Chile, Brasil y Colombia. Por suerte la variedad geográfica también se dio arriba del escenario con conferencistas de Australia, Chile, Corea del Sur, España, los Estados Unidos, Inglaterra, Italia y Perú, que volvieron físico y tangible ese gran intercambio 2.0 que se da por internet».


El pasillo que rodeaba el estadio rebalsaba de stands, presentaciones, muestras de producto, invitaciones a interactuar y, por sobre todas las cosas, gente.

«Al momento de las conferencias el lugar rebalsaba, pero todos podían ver bien lo que estaba pasando, ya que en el lateral del polideportivo se encontraba una mega pantalla que junto con el azul y rojo se encargaron de obnubilar a unos cuantos».

«Por supuesto que hubo conferencias interesantes, algunas más que otras. Pero esta vez quiero concentrarme en otra cosa, algo que voy a llamar ‘actitud Trimarchi’. Tal vez parezca una situación hipotética, pero es real, y —como dije antes— tangible.»

«Una vez por año se juntan miles y miles de estudiantes con los mismos intereses, en un lugar inmenso en una ciudad hermosa. Esos estudiantes van a pasar tres días y dos noches rodeados por lo que les gusta las 24 horas. Van a escuchar a grandes referentes y a ver a otros exponiendo su trabajo; y no sólo van a ver diseño, en este caso, sino muchas otras cosas relacionadas. Junten las ganas y la pasión de todos esos miles en una ola, una ola que empieza arriba en un lado de la platea, recorre todo su largo y termina abajo con la última persona del campo (esto realmente sucedió y varias veces). Alguien podría decir que en Trimarchi hay buena onda, pero se quedaría corto: en Trimarchi hay energía, y energía que va toda para el mismo lado».

«Las conferencias fueron muy diferentes entre sí, pero muchas concordaron en algo: la importancia de la colaboración. Hay dos palabras que me gustaría usar para terminar de explicar el concepto. La primera fué utilizada en 2006 por Adidas, y es Teamgeist , que significa espíritu de equipo. Porque tal vez haya llegado la hora de terminar con el preconcepto de las grandes individualidades. Porque pienso que es más fácil crecer laburando con que en contra. Y la segunda es una consecuencia directa de la primera, y es sinergia, que significa trabajo en conjunto: cuando la fuerza de dos objetos juntos es mayor que la suma de sus capacidades por separado».

«A eso me refiero con aquello de ‘actitud Trimarchi’, que es algo –que claramente trasciende al diseño gráfico, y que podría ser llamado de cualquier forma. Usar las herramientas que tenemos para conectarnos, para construir juntos, para tirar para el mismo lado, en equipo, para —en una actitud constante— generar esta sinergia que inevitablemente nos va a llevar a algo mejor grupal y, en consecuencia, individualmente».

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