Con final abierto, por Aurora Valinote

(ARGENTINA) – Aurora Valinote, estudiante de la Miami Ad School Buenos Aires, en su última columna, como todos los viernes intenta transmitir lo que ella y sus compañeros sienten, viven, piensan y aprenden a partir de los desafíos que les proponen los profesores. Hoy comparte un último trabajo y hace un balance del año compartido.


«Cerebro»: boceto con el cual trabajaron.

 
POR AURORA VALINOTE
Estudiante de la Miami Ad School Buenos Aires
Redacción especial para PB

 
Hace un poco más de una semana que terminaron las clases en Miami Ad School Buenos Aires. Mirando hacia atrás me doy cuenta de que el tiempo que tenemos entre cada quarter es de tan sólo diez semanas y sin embargo el transcurso de esta temporada pareció durar mucho tiempo.

Hubo materias en las que cada presentación por semana contribuía a nuestra calificación final y otras, como fue en el caso de Gaming, en que toda la apuesta estaba depositada en un último trabajo.

Independientemente de qué materias tuvimos y de cuál fue la forma de evaluarnos en cada una de ellas, uno no puede evitar no realizar un balance de fin de año. Cuando se terminan las clases en diciembre se tiende a mirar qué se hizo bien y qué se hizo mal y, en base a esto, decidir si el año fue bueno o malo, si tuvo un final feliz o no.

En mi caso no fue ninguna de las dos cosas: mi año en la escuela fue bastante heterogéneo. Hubo trimestres de alta satisfacción, un trimestre malo y un trimestre a pura adrenalina por la cantidad y el nivel de los trabajos. Es por eso que es difícil decir negro o blanco al final: la culminación de las clases termina con final abierto.

Aprovecho para utilizar una alegoría de lo que fue este trimestre con un trabajo que nos tocó hacer junto con mi compañera Ana para la materia de Gaming.

Teníamos que crear un juego acerca de la serie de televisión de dibujos animados de Phineas y Ferb. Tuvimos nueve semanas para convertir una idea en una realidad.

Durante este tiempo hablamos e hicimos muchas cosas, nos empezamos a preguntar acerca de qué haríamos el juego, cómo lo contaríamos y cuál sería la mecánica.

Esas nueve semanas parecían no acabar nunca y, al mismo tiempo, se esfumaron de nuestras manos. Una vez que tuvimos todos los conceptos, tuvimos que pasar a la parte de la ejecución, que resultó tan o más difícil que la parte en la que tuvimos que pensar.

Para darse una idea, el juego consistía en que los personajes principales (Phineas y Ferb) perdían su memoria y su personalidad y debían ser recuperados a través de distintos objetos en el cerebro que se encontraban.

Ahora que todo terminó, me doy cuenta quizás casi por casualidad de que el juego que habíamos pensado para una materia era una especie de alegoría de lo que sería el trimestre: nuestra cabeza estaba abierta lista para aprender nuevas cosas y descubrir habilidades que no sabíamos que teníamos y, a medida que íbamos avanzando hacia el último nivel debíamos encontrar un balance entre lo que somos y lo queremos ser, sin dejar de lado nuestra propia esencia como creativos y como personas.

Creo que los finales abiertos son los más interesantes, porque significan que el trayecto continúa y que, afortunadamente, todavía no dejamos de aprender.
 
 

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