«Nuestra experiencia con Carlos Baccetti», por Eugenio Siritto y Claudio Regueira

(ARGENTINA) – Egresados en agosto de 2013 de La Fundación, Eugenio Siritto y Claudio Regueira vivieron en estos últimos meses una experiencia única: estuvieron a prueba en la agencia de un mito como Carlos Baccetti y estuvieron ahí cuando el publicitario se unió a otro mito como Darío Straschnoy. La prueba ya terminó, pero el relato de Regueira vale la pena: ¡quién sabe qué vendrá ahora en la carrera de ambos!


Eugenio y Claudio, trabajando cómodamente en las instalaciones de Carlos y Darío; al final, los dos con el monstruo que les permitió experimentar su primera pasantía en dos agencias que ya están en la historia, Almirante Hypólito y Carlos y Darío. (Fotos: Gentileza CR)

 
POR CLAUDIO REGUEIRA
Egresado de La Fundación
Redacción especial para PB

 
Cuando terminamos nuestros estudios en La Fundación, se nos abrió un gran interrogante: ¿y ahora qué? Ambos habíamos llegado, tiempo atrás, a Buenos Aires a estudiar publicidad —Eugenio, desde su Lobos natal; yo, desde mi Nueva York adoptiva—, y desde el primer día de la carrera habíamos empezado a trabajar juntos. Teníamos una meta: queríamos ser muy buenos creativos. Los mejores, si era posible. Como estudiantes, teníamos nuestros logros (entre ellas, dos premios Oreja, uno de oro y otro de plata), pero, aún así, todavía no estábamos en una agencia.

Empezamos a escribirles a todos los creativos que podíamos contactar, ya fuera aquí o en el exterior. Golpeábamos todas las puertas: muchas nunca se abrieron; otras se nos cerraron en la cara. Pero un día, allá por noviembre, después de unas cuantas charlas, Carlos Baccetti nos invitó a su agencia Almirante Hypólito, a conversar.

El viaje hasta allí fue el más largo del mundo: estábamos más que nerviosos, no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar y, por experiencia, no queríamos hacernos demasiadas ilusiones.

Cuando llegamos vimos que la agencia era una enorme y muy linda casa. Tras subir las escaleras, él mismo nos abrió la puerta: nos saludamos como si nos conociéramos de toda la vida y nos pidió que lo esperásemos en una oficina que había en el piso de abajo. Nosotros no podíamos creer dónde estábamos. Y si bien seguíamos más que nerviosos, cuando Carlos volvió el ambiente cambió: su amabilidad y súper buena onda nos relajó por completo. Charlamos por más de una hora, básicamente de publicidad y de la vida, y nos reímos mucho. Hasta que en un momento nos miró y nos dijo: ¿Se animan a venir por un mes a ver qué onda? Nosotros dijimos que sí, desde ya, y para cuando salimos sentimos que habíamos tocado el cielo con las manos.


«Nosotros dijimos que sí, desde ya, y para cuando salimos sentimos que habíamos tocado el cielo con las manos».

 
Al día siguiente volvimos, pero ya para trabajar. Se nos asignó, durante la primera semana, la misma oficina donde habíamos tenido la charla. Con el correr de los días, conocimos al resto de los chicos y nuestra sensación era que nada podía ser mejor. Todos eran súper buena onda. La casa era un edén; tenía de todo, su arquitectura la hacía más que interesante y además tenía jardín, piscina, unas hamacas… Era perfecta.

A la semana ya estábamos trabajando en la salón de arriba, en la misma mesa en la que trabajaban Carlos y Lucas Reynoso, su dupla. Cada brief era la gloria, porque podíamos charlar con él de publicidad. El resto de los chicos eran geniales también: por ejemplo con Bauti Mantovani y Fede Barbieri, otra dupla de la agencia, habíamos pegado muy buena onda, y en muy poco tiempo nos hicimos amigos. Nos juntábamos los cuatro en esas hamacas a charlar y hablábamos de publicidad, pero por sobre todo de cosas, de la vida, de sueños, de arte, de todo en sí, y esas charlas nos motivaban aún más. Eran como oasis que nos permitían seguir creando, nos dejaban pila.

A veces, cuando necesitábamos despejar la mente, nos íbamos a caminar por ahí, nos dábamos un chapuzón en la pileta o simplemente salíamos a darles una mano a los chicos que llevaban la cuenta de Toddy. Todo era hermoso, y cuando en enero nos enteramos de que Carlos se había juntado con Darío Straschnoy para crear una súper agencia saltamos de felicidad.

 

El cambio de una agencia a otra, explicado por Claudio: a la izquierda, Eugenio «usando el traje de galletita que estaba en la agencia y que usaban los chicos para el Toddy News»; y a la derecha, «mi escritorio y un dibujo mío sobre él; era tipo un dibujo de cabecera; el tema es que a pesar de que yo soy director de arte no sé dibujar, entonces en el último tiempo me dediqué a dibujar caras con un estilo propio de dibujo, que es a base de líneas y de piezas superpuestas; este era un dibujo de los que siempre estaban por ahí».

 
Eso sí, con el tiempo las cosas fueron cambiando, porque la nueva realidad así lo exigía. Pasamos de la casa de Almirante Hypólito a un edificio de oficinas donde funcionaba Carlos y Darío. Ya no había piscina ni jardín y no teníamos nuestras hamacas, pero habíamos ganado una hermosa vista al río. Para ese entonces la familia se había agrandado , y empezaron a caer más creativos, como también más gente de cuentas. Ya no estaban Bauti y Fede, pero teníamos a Pam Souza y a Mati Mobilia, con quienes también habíamos entablado una linda relación.

De repente todo se volvía cada vez más profesional para nosotros y sentimos, al fin y al cabo, que realmente habíamos logrado trabajar en una agencia, y esa agencia era la que habían creado Carlos y Darío: lo que había empezado como un mes de prueba se extendió en el tiempo.

En el mejor de todos los tiempos.
 
 

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