No soy muy creativo (o por qué la escuela no funciona más), por Gus Machado

(ARGENTINA) – Gus Machado es un creativo brasilero viviendo en Argentina, donde ha pasado por Ponce Buenos Aires y Dentsu Aegis Network como director de arte. En Brasil, desde 2007, trabajaba como redactor, y por eso ahora, se arriesga a escribir en castellano. Pero no sobre publicidad. Sobre eso ya hay mucha gente buena escribiendo. Prefiere escribir sobre la bravura del proceso creativo y el universo cultural alrededor de eso. Hoy Gus, en su flamante segunda columna, te cuenta cómo la escuela lastimó ese mismo proceso creativo, y cómo curarlo. Una supernota dispuesta a comprobarte que «No soy creativo» es una mentira que no te tenés que creer. Imperdible.

Ilustración Monica Deda y Marcio Thiago
La ilustración de Monica Deda y Marcio Thiago que hoy Gus nos comparte: casi casi te puede hacer recordar esos dibujos que hacías al margen del cuaderno cuando la clase te aburría.

 
POR GUS MACHADO
Estudió en la Universidad Tiradentes y en Brother Buenos Aires
Redacción especial para PB
(Ilustraciones por Monica Deda y Marcio Thiago).

 
Son las 7:15 de la mañana, y aún hace frío. Suena fuerte un timbre nasal y, en grupos de 15 a 20, chicos de 5 años se van asomando a un largo pasillo, con puertas separadas por 5 metros de distancia. De a poco, van entrando por estas puertas y acomodándose en pupitres, que a su vez están ordenados en 4 hileras que se enfrentan a un pizarrón. Adelante del pizarrón está un adulto, con un marcador y un programa de estudios en la mano. Es su primer día de clase. Y lo que va a pasar a partir de este día va a determinar la forma de pensar de toda una generación.

El tema de hoy (sensible, y quizás polémico), esta basado en muchas de mis experiencias personales, y en una búsqueda por explicaciones científicas para algo que hace mucho intuía:

La escuela ya no nos sirve más. Y/o peor, puede ser incluso prejudicial.

Dicho así, sin vueltas, parece una afirmación muy dura, y por ahí pretensiosa. Por eso te pido atención. No esa atención que te pedía la maestra en la primaria, amenazandote con cortar el recreo, sino esa atención común a quien, atrapado por una provocación, decide seguir la linea de un cuestionamiento, escucharlo, dudarlo y sacar sus propias conclusiones.

Cuando digo que YA no sirve más, quiero decir que la educación universal y obligatoria, esa que te decía que tenías que abrir el libro de trigonometria en la página 20, viene de un mundo anterior al nuestro (más exactamente del siglo XVI, pero ya vamos a llegar a eso). Y cuando te pido que me lo creas, es porque es imposible negar el cambio de paradigma que vivimos hoy, cinco siglos después.

El psicólogo americano Ellis P. Torrance, creador del más confiable indicador para medir la creatividad, ha demonstrado que el famoso QI (quoeficiente intelectual) ha aumentado de generación en generación, pero que el menos conocido QC (quoeficiente creativo) es cada vez menor desde mediados de los años 90. Por otro lado, un actual estudio de IBM muestra que los CEO’s creen que el pensamiento creativo es la calidad más importante que necesitarán los lideres en el futuro.

Poniéndole de forma sencilla, vivimos en una sociedad y estamos inmersos en un mercado de trabajo cuya principal exigencia es la capacidad de adaptarse, buscar salidas ingeniosas y encarar tareas desconocidas para las cuales no hay una única solución.
Vivimos en una época donde la palabra innovación es bastardeada y necesitamos diariamente lidiar con lo desconocido, ¿más? Publicistas o no, profesionales de marketing o no, científicos o no, todos necesitamos ser creativos.

Aun así, cuantas veces escuchaste o pensaste: ¿No soy creativo?

Volvamos al primer día de clase.

Picasso decía que todos los niños nacen artistas. El problema es como seguir siendo artistas al crecer. Lo que intuía Picasso es exactamente lo que comprueba la ciencia. Un estudio acompañó a chicos de la International School, en Bali, Indonesia y ha mostrados que, cuando recién entraban a los primeros años de la educación formal, al ser cuestionados sobre si se sentían creativos, los chicos contestaban con bastante entusiasmo: “¡Sí, por supuesto!”
Y que mientras avanzaban en la jornada educacional, la excitación era substituida por la comprensión de sus deberes rutinarios: memorizar contenidos, saber las respuestas correctas para las preguntas y prepararse para el próximo y más disciplinado paso de sus vidas de estudiante. Ya en la fase adulta, en una encuesta, 80% de un grupo de profesionales contestó que sentían que eran más creativos de chicos, y que incluso enfrentaban dificultades en ser creativos en su ambiente de trabajo.

¿Y que pasó entre estos chicos entusiasmados y estos adultos aburridos? Pasó la educación obligatoria y universal. Esa misma donde estudiamos vos y yo, y esa misma que les dije que era del siglo XVI.

No sé si muchos de ustedes estaban despiertos en esa clase de historia. Yo seguro estaba más entretenido en mi cuaderno, con algún garabato o letra de música. Pero fue en Prusia, la Alemania protestante y absolutista del 1500, donde surgió la base para lo que hacían nuestras profesoras en sus aulas. Ahí se estableció, entre tantas otras reglas, que iba a haber un profesor que detenía el conocimiento de un programa de estudios, elaborado por especialistas y hecho con algunos objetivos muy claros: formar un contigente de trabajadores obedientes al sistema y moldar un único pensamiento nacional absolutista.

Maestra cortando pensamientos
Dicen que una imagen vale más que mil palabras: sumale un par de Gus Machado y tenés la posta.

 
Eso quiere decir que, antes de la revolución industrial, la educación prusiana, esa de la cual venimos hablando, inventó una gran máquina capaz de generar ciudadanos uniformados, conocedores de las únicas respuestas a las preguntas necesarias y con muy poca capacidad reflexiva. Listos para obedecer.

Y si bien algo ha cambiado en la educación ⎯hablo de algún que otro intento de poner artes, filosofía en el curriculum escolar, pero nunca con el mismo peso de las lenguas o la matemática⎯ la imagen de un maestro que te pide copiar el contenido del pizarrón, que te explica con una ilustración los procesos de la naturaleza, la imagen de un sistema que reconoce solamente una forma de inteligencia, cuyos contenidos no son elegidos por los alumnos y son separados por disciplinas y que te prepara para un mercado de trabajo tradicional que está en colapso sigue siendo la misma.

Esa era la escuela donde estudié a fines de los noventa, en Brasil, y que formó mi generación. Y mientras estaba ahí, en el fondo del aula disfrazado mientras leía alguna novela de mi interés, científicos y psicoanalistas del tema concentraban sus esfuerzos en demostrar porque esa educación no funciona más.

Una extensa lista de investigaciones logró probar que hay muy poca relación entre la educación que tenemos y la eficiencia creativa. Eso porque creen que en vez de enseñarle a los alumnos contenidos aislados y llenarlos de información, los profesores deberían lograr que el estudiante esté consciente de su propia capacidad intelectual para solucionar sus propias dudas ⎯algo que no va a pasar mientras la figura del profesor sea un especialista del tema y el alumno, alguien que le tiene que aceptar las respuestas dadas⎯. O sea, en casi todos los niveles, la disciplina exigida por la educación tradicional tiene el poder de dañar la motivación por aprender. En mi experiencia personal, me he dado cuenta que de las personas que conozco, las que tuvieron una educación más disciplinaria y rígida son también las más inseguras en su vida personal o con sus carreras.

Acá es donde la escuela falló en hacerlos conocedores de sus propias capacidades.

En el documental latinoamericano, La Educación Prohibida, hay un punto en que casi todos los educadores de vanguardia están de acuerdo: que un chico, desde sus primeros años de vida, tiene mucha curiosidad y establece con el mundo a su alrededor una relación de juego que le hace aprender sobre la realidad. Aprender y pensar creativamente es parte de la naturaleza humana.

Antes de frecuentar su primer aula, un chico tiene todas las herramientas y la motivación de explorar el mundo a su alrededor. Cuando empieza a ser oficialmente educado, el descubrimiento en primera persona es substituído por la presencia de un tutor que les explica los fenónemos de la naturaleza y las relaciones entre las cosas con la versión oficial.

Me acuerdo de una clase de Biologia en mi secundaria, donde el profesor nos cuenta que una diferencia clave entre los seres inertes y los seres vivos, es que los primeros no crecen ni cambian de tamaño. Levanto la mano en el intento de que, al decir algo, pueda escaparme del aburrimiento: “Una piedra, con la sedimentación y con el viento puede si cambiar de tamaño. ¿O sea que la piedra es un ser vivo?” El maestro me contesta, después de tragar en silencio: “Puede que tengas razón, pero no te puedo tomar esa respuesta en el final”.

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No es inusual encontrar en internet imágenes como estas. La verdad es: muchas respuestas pueden ser consideradas como correctas. Limitar las expectativas es limitar la creatividad.

 
La escuela no parecía muy interesada en solucionar mis dudas ni la de ninguno de mis compañeros. Todo lo que hacían era prepararnos para saber exactamente qué contestar cuando ellos mismos nos evaluaran en un par de semanas.

Y si no son mis dudas, mis cuestionamientos sobre el mundo donde vamos a trabajar, ¿por qué me interesaría lo que sea que me quieran enseñar? ¿Quién me garantiza que son conocimientos que voy a necesitar en un mundo que cambia sensiblemente a cada año?

Tengo a mi lado los estudios científicos probando que la única forma posible de aprender creativamente es estar motivado, y que la mejor manera de estar motivado es tener real curiosidad en un tema. ¿Cómo explicarle eso a mi profesor, el mismo a quien todavía tengo que pedir permiso para ir al baño en el medio de una clase, o que me amenaza con un final difícil para castigar mi aparente apatía? ¿Cómo puede sentirse motivado un alumno que le teme a un maestro con fama de ser malo con los estudiantes?

¿Cómo la escuela que me da las respuestas sin escuchar mis preguntas, y que me baja el puntaje a cada error que cometa, me puede preparar para cometer mejores errores y no desanimarme ni frustarme con ellos? ¿Cómo innovar si tengo miedo al fracaso, el gran villano del sistema educacional en que nosotros fuimos “educados”? ¿Cómo un ambiente lleno de reglas y estruturas puede cosechar un pensamiento solucionador de problemas?

Cuando alguién me dice “No soy muy creativo”, primero tengo ganas de decirle 50 veces (porque ya mi dije a mi mismo) : todos somos creativos, es parte de la naturaleza humana, no te preocupes. Después me acuerdo de esa escena del primer día de clase de un chico y de todo el esfuerzo institucional para transformarlo en ese ciudadano de bien. Y por fin, le pregunto: ¿tenés un tiempo para charlar? Y les cuento todo eso que les conté arriba.

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«Todos somos creativos, es parte de la naturaleza humana», dice Gus.

 
¿Por qué lo hago? ¿por qué lo hice hoy?
Porque si vamos a charlar sobre creatividad, y lo vamos a hacer siempre, es porque buscamos todos ser más creativos. Y por eso siento que tenemos que darnos cuenta primero de por qué nos cuesta tanto generar ideas, y qué rol tuvo nuestra educación en nuestra forma de pensar. Esa es la única forma de tomar conciencia de por qué pensamos como pensamos y, concientes de eso, buscar el cambio que necesitamos. Ya sea frecuentando a una escuela creativa, probando cosas nuevas, equivocándonos a propósito o simplemente desaprendiendo (¿olvidando?) lo que aprendimos tan inocentemente mientras nos decían “buenos alumnos”.

Obviamente, esto que les cuento es una parte muy chiquitita de una charla mucho más larga, más científica, con muchos más datos, y más lados (puede parecer injusto no nombrar los sistemas de educación no tradicionales que están tratando de cambiar el juego para las próximas generaciones).

Pero creo que lo más importante es generar la curiosidad, y que una vez provocada, cualquier persona puede salir a buscar, por su cuenta, la información que necesita.

Para los que siguen en esa búsqueda, les dejo una lista de links que me ayudaron a salir de la Matrix de la educación universal y obligatória:

Charla TED: Ken Robinson dice que las escuelas matan la creatividad

Charla TED: Los videojuegos enseñan mejor que la escuela

Documental: La Educación Prohibida

 
 

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