Tomi Romano, de Macomunicación: «La mejor idea se te puede caer en pleno acto sexual»

(ARGENTINA) – Tomi Romano llegó a su primer cuarto de siglo de vida y ya tiene mucho para contar: estudió en la UCES, en el TEC de Monterrey y en la AAP. Pero lo más importante —según él mismo— lo está viviendo en estos días, trabajando por primera vez en publicidad: como redactor en Macomunicación, la agencia de Mariano Augugliaro.


Tomi Romano en Macomunicación: lectura y creación. (Fotos: Gentileza TR)

 
POR TOMI ROMANO
Egresado de la UCES y de la AAP
Redacción especial para PB

 
Días atrás, recibo una propuesta de mi jefe: “¿Qué te parece escribir una nota para PB?”. Cómo negarme.

Ya no era un estudiante trabajando en una agencia. Era un redactor con la posibilidad de llegar a quienes, como él mismo hace no mucho, estaban leyendo este medio, pensando en cómo sería la vida una vez recibidos.

Todo empezó hace algunos años. Corría 2011 y estaba recién recibido de licenciado en comunicación social en la UCES. Hacía un tiempo había vuelto de un intercambio en el Tec de Monterrey, en México. Algunos de los mejores meses de mi vida, si se me permite agregar (y se me permite, porque parece ser que soy yo quien escribe). Parte de mí se había quedado allá, pero tenía que volver.

Tenía 22 años y sabía que me gustaba la publicidad porque había elegido esta orientación entre las tres posibles en la carrera. Eso me permitía tener cierta noción.

Todavía no tenía trabajo. Tampoco sabía qué quería hacer con mi vida. Tenía miedo. La carrera me había dejado con más preguntas que respuestas y sólo una certeza: el mundo de las historias cortas con mensajes grandes me gustaba. Ya me lo había revelado Jean-Claude Carrière en El círculo de los mentirosos escondido detrás de la voz de mi madre, pero los últimos seis meses me lo habían confirmado.

Dos personas muy interesadas en que yo descubriera cuál iba a ser la pasión que me guiaría durante los siguientes años (léase mami y papi) me sugirieron acudir a un conocido referente de la publicidad quien, además, era uno de los ídolos de mi infancia gracias a su disco No todo va mejor con Jorge Schussheim, casete que papá no dejaba de escuchar, cantar o hacer sonar durante viajes, comidas o cualquier momento en que fuera posible. Fui a su encuentro.

Con mi título y siguiendo su recomendación, me adentré en el mundo de la redacción publicitaria en la AAP.

En sólo seis meses me di cuenta de que, hasta el momento, no sabía absolutamente nada sobre este mundo. Mucho menos sobre la carrera en cuestión. No era malo. Todo lo contrario.

Pude valorar sin embargo, en esos pocos meses, todo lo que sí había aprendido sobre comunicación, que era mucho. Una verdadera sorpresa.

Hago un salto no enorme, pero grande, y me sitúo ahora a punto de empezar mi último cuatrimestre, hace cerca de nueve meses. Un profesor, Mariano Augugliaro, se me acerca con una oferta: trabajar como redactor en su agencia. Venía de otro trabajo y pensaba tomarme estos meses para dedicarme de lleno a la carrera. Eso hice: acepté aquella misma tarde.

Tuve la suerte de entrar en una agencia en la que la relación entre sus miembros es horizontal, por lo que estoy muy cerca de mi jefe, quien me enseñó, con largas charlas, lecciones invaluables sobre el mundo de la publicidad. Esos secretos que durante la carrera no se aprenden y que en muchas agencias sí, pero a los golpes.

¿Qué es lo que más me gusta? Al ser una agencia chica puedo ver y opinar sobre todo lo que hacemos, ir a reuniones con clientes y estar en las estrategias desde cero. Además, mi relación con mis compañeros y mi jefe es muy buena y hay un feedback constante con el que todos crecemos. Por otro lado (y hablo, en este caso, de la publicidad como actividad) el trabajo nunca se vuelve rutina. Siempre hay algo nuevo, no hay forma de aburrirse. Si eso sucede, algo está mal.

Por último, la sensación de ver un aviso propio publicado. Invaluable.

¿Lo que menos me gusta? Lo que me hace amar esta disciplina: acostarme y seguir pensando ideas. El trabajo no empieza ni termina en el horario de oficina. No existe un lugar físico para pensar y la mejor de las ideas se te puede caer en la ducha, en la cama, en el auto, con tus papás, tus amigos o en pleno acto sexual (no es lo más habitual, pero nunca se sabe, así que tené siempre una lapicera y una hojita cerca). Por otro lado, sacar un buen aviso puede llevar una hora, un día o incluso meses, lo que a veces genera pánico si existe, como suele pasar, una fecha límite. Estas cosas, repito, son las que nos hacen amar esta disciplina.

¿La mayor diferencia entre la carrera y la realidad? Los tiempos. Lo que durante la carrera me llevaba dos semanas hoy no me lleva más de un día. No por gusto, por supuesto. Los clientes son ansiosos. Los jefes también. Ni hablar de los editores de las revistas de publicidad, esos te mandan un email pidiéndote un texto urgente para el día siguiente. Y a todos (A TODOS) les decís que sí. Y contento.
 
 

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