Los ganadores no pierden, por Matías «Mackenzie» Quiroz

(ARGENTINA) – Al pleonasmo –también llamado redundancia– se lo puede considerar tanto un vicio del lenguaje (cuando se debe a una redacción incorrecta) como una figura retórica (cuando es un efecto intencionado para dar fuerza a la expresión). Leé a Mackenzie y después decinos a cual opción correspondería el título de su nota de hoy. Egresado de Under, redactor en la agencia digital Coupé Buenos Aires, ganador en Diente 2015 y, desde hace un tiempo, columnista de PRIMER BRIEF: Matías Mackenzie Quiroz te acerca mensualmente sus Mackenthings para contarte todas las cosas que vive y piensa acerca de la publicidad.

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A imagen y semejanza de la nota de hoy: simple, directa y sincera.

 
TEXTO POR MATÍAS «MACKENZIE» QUIROZ
Redactor de Coupé Buenos Aires
Redacción especial para PB

 
Creo que la publicidad y la cocina se parecen mucho. Sobre todo, después de escuchar a Dan Barber, chef y co-propietario del Blue Hill de New York, decir que “cocinar bien es algo físico. Requiere preparación. Dado el trabajo pesado, las horas y el agotamiento que esta actividad implica –y acá se pone bueno–, atrae a personas que se sienten a gusto con cierto tipo de abuso. Es estimulante, y el desafío es cuánto podés soportar”. Mi amigo, si creés que la publicidad es más parecida a lo que viste en Mad Men, que a la descripción que este tipo da de la cocina, creeme: estás MUY equivocado.

La publicidad es una nación tormentosa. Vive en guerra contra sí misma. Es un campo de batalla, y en las escuelas no te enseñan eso. En las agencias no te tratan con cariño todo el tiempo, y muchas veces ni siquiera con respeto. En las escuelas no te levantan la voz. En las escuelas no te pasan por encima, meten reversa y te vuelven a arrollar. En las escuelas no te llenan de trabajo y después te reclaman no haber hecho más de lo que te pidieron, como si hubieras estado perdiendo el tiempo en lugar de resolviendo cada brief que te pusieron delante. En las agencias pesa más la urgencia que la calidad, y en las escuelas, es al revés. En las escuelas se ocupan de hacerte sentir valorado y capaz. En las agencias es fácil (muy fácil) sentirse herido y decepcionado. Enojarse, sobre todo. Pero si hay algo que aprendí, es que ofenderse es una elección. No digo, “sé el trapo de piso con el que todo jefe sueña”. Digo que no sos responsable por cómo las personas sobre vos te traten, pero sí por cómo actúes en consecuencia. Cuando te rebotan veinte propuestas, tenés tres opciones: pensar que tu jefe es un imbécil sin criterio; convencerte de que hay menos creatividad en vos que en una papa; o alegrarte porque ya sabés por qué veinte caminos no ir y porque (es una cuestión probabilística) ahora estás más cerca de llegar a la idea que tanto buscás. Decidir bien en estos casos, es lo que le garantiza a los ganadores, no perder nunca. Aunque no logren lo que se propongan. Pensalo: si fallaste, pero terminás sabiendo más y siendo mejor, entonces no perdiste.

En pocas semanas vas a estar terminando de cursar, y poco después, espero, entrando a una agencia. Entonces vas a entender en profundidad esto que te digo. Cuando el momento llegue, o si ya lo estás viviendo, por favor, no tomes personal las críticas. Nadie tiene algo en contra tuyo. Está científicamente comprobado que el universo no tiene ombligo, así que tranquilo. Tomá cada comentario como un desafío, como una oportunidad para mejorar, y aprovechala. Yo te aseguro que no te vas a arrepentir. Jamás.

Dale. Repetí después de mí:
Los ganadores no pierden.
Los ganadores no pierden.
Los ganadores no pierden.

Mackenzie
 
 

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